Así como ocurrió con el Plunagate, las coimas y acomodos de licitaciones en los hospitales dejan la triste sensación de que el Gobierno no puede detener la corrupción frenteamplista y sindical. Mujica se presenta como un abuelo bueno, pero es incapaz de controlar nada: hace dos años que la Junta Anticorrupción, oficina que funciona en la órbita del Poder Ejecutivo, denunció los hechos y hace tres años que el Parlamento hizo lo mismo, así como la Justicia. ¿Qué hizo el candidato a Premio Nobel mientras tanto?
El gobierno estaba claramente informado de las maniobras delictivas que se llevaban a cabo en la órbita de los hospitales públicos y sin embargo no hizo nada. El 13 de abril de 2012, la Junta de Transparencia y Ética Pública (Jutep), que depende del Poder Ejecutivo,
envió al Parlamento un informe de 30 páginas en el que dio cuenta, con lujo de detalles, de las irregularidades en ASSE que el pasado viernes culminaron con el procesamiento del exdirector Alfredo Silva.
A su vez, la oposición había pedido en dos oportunidades la creación de comisiones investigadoras en el Senado para impedir los desmanes, pero
el Frente Amplio se opuso y evitó la libre actuación del Parlamento.
Incluso en una interpelación, el ex ministro de Salud Pública Dr. Benegas, no sólo negó los hechos sino que intentó ridiculizar a la oposición.
Cuando comenzaba la administración del Sr, Mujica, en 2010, cinco años después de iniciada la gestión del Frente Amplio, de destapó un asunto similar al que ahora cobra notoriedad, cuando se supo que la empresa que limpiaba el Hospital Maciel sobrefacturaba sus servicios y organizó un fraude en perjuicio del Estado. Hubo procesados, pero el asunto quedó medio escondido, dado que la gerente de esa empresa era, nada menos, que la esposa del Ministro de Defensa Nacional, Fernández Huidobro.
O sea que el “bueno” de Mujica y sus asesores tenían tres contundentes antecedentes: de la Justicia, de la Junta Anticorrupción y del Parlamento, pero el Presidente y sus Ministros prefirieron mirar para el costado. El señor Mujica, que se jacta de donar parte de su sueldo y que por ello posa de humilde y de honesto, dejó que sus compañeros de causa frenteamplista organizaran una fenomenal asociación para delinquir y asaltaran en su beneficio los servicios públicos, en un ejemplo inigualado de deshonestidad personal –la del señor Presidente– y colectiva, la del Frente Amplio, otrora autoproclamado campeón de la moralidad y la transparencia y que hoy conforma un avergonzado grupo de gobernantes en retirada que no saben ni pueden explicar las inmorales andanzas de sus subordinados.