Una amplia visión de la democracia y los problemas de la región

El expresidente Julio María Sanguinetti fue entrevistado por La Nación de Buenos Aires, y dio algunas pistas sobre lo que, según su criterio, va a ocurrir en este año electoral. También habló sobre Venezuela. Transcribimos acá ese reprotaje.

Fue diputado, ministro, arquitecto de la salida de la dictadura, dos veces presidente de Uruguay, senador, y a los 83 años disfrutaba de escribir libros y columnas. Pero la política llama y en este año electoral Julio María Sanguinetti vuelve al ruedo en la primera línea del Partido Colorado. Como buen futbolero hace una gambeta para no hablar públicamente sobre candidaturas. Pero será precandidato presidencial: ya prepara el anuncio formal para el mes próximo y material de marketing electoral, según admitieron en su entorno personal.

Antes de hacer el anuncio formal, habló con en su casa de Punta Carretas. Dijo que con el Frente Amplio (FA) Uruguay "tuvo crecimiento económico y decadencia social", que en la Argentina es riesgosa una vuelta del kirchnerismo y que la forma de terminar con la "dictadura" de Venezuela es con asfixia económica.

- ¿Por qué volver a la política activa y una campaña electoral?

- Mi partido entró en una situación muy difícil; no había liderazgo, se caía en las encuestas, y un núcleo de cuadros de gran calidad del partido me vienen a ver y a pedirme que asumiera el sacrificio de liderarlos y levantar el partido. Ortega y Gasset habla de las verdades de la razón y las verdades del destino; las del destino son aquellas que lo obligan a uno a hacer aquello que no quiere simplemente porque si no lo hiciera no sería uno mismo. Y una verdad del destino para mí es justamente tratar de levantar el partido y hacer que sea decisivo electoralmente. El país está precisando un cambio, el Frente Amplio está agotado, el próximo gobierno debe ser de coalición, y ningún partido de oposición puede aspirar a un 40%, quiere decir que tenemos que sumar. Mi aspiración es que el Partido Colorado sea decisivo electoralmente y, como consecuencia, sea parte de ese gobierno de coalición.

- Está lo que debe hacer y lo que puede hacer: ¿qué puede aportar?

- Las razones del deber y de identidad ideológica y personal son las que me llevaron a participar. Lo hice como un soldado del deber, pero hoy lo hago con alegría porque he tenido respuesta, la gente ha entendido mi actitud y ha advertido que realmente podíamos hacer un aporte sustantivo al cambio y a la coalición.

- Usted dice que el FA está agotado, pero en el exterior se pone a Uruguay como ejemplo de democracia y de crecimiento económico. ¿Por qué cambiar?

- Uruguay es una larga democracia, y no por mérito del FA, sino por una institucionalidad tan fuerte que resistió aun a un FA que no ha podido con ella; porque medio FA no es demócrata, y si algo faltaba por ver, eso está en su actitud con Venezuela. En cuanto al crecimiento económico, eso se dio en medio de la gran bonanza de las commodities desde 2003 hasta 2012, lo que dio una gigantesca disponibilidad de recursos y eso le permitió dos reelecciones. Paradójicamente, el Uruguay tuvo crecimiento económico y decadencia social, y eso es más paradójico en un gobierno que se considera de izquierda. Despilfarró la bonanza.

- ¿La decadencia es por acciones de este gobierno o un fenómeno inevitable?

- El FA usó los excedentes para volcar al gasto y no para la inversión, por eso no redujo la deuda, sino que la multiplicó. Pero no gastó bien. Los programas sociales han sido clientelistas y asistencialistas. El FA tiene el inmanente socialista de la mirada de igualar hacia abajo y nunca la preocupación del ascenso social, que había sido lo característico del país. El batllismo y el socialismo se enfrentan en ese punto crucial; el batllismo es el que construyó el Estado de Bienestar uruguayo a principios de siglo XX, que lo diferenció de América Latina, siempre apuntó hacia arriba porque responde a la filosofía liberal y humanista. El FA, que responde al igualitarismo socialista, puso medidas que no dieron mejoría, sino, por el contrario, congelamiento de la pobreza; el pobre condenado a seguir pobre atado a una pequeña dádiva, que después el Estado usa con criterio clientelista.

- Usted habla de falta de convicción democrática en el FA, pero a nivel internacional Mujica aparece como ejemplo de lucha por la libertad y la democracia.

- Mi colega Mujica, con quien tengo una relación personal cordial, es un fenómeno que hay que analizar más allá de la política, Mujica es un fenómeno de la comunicación posmoderna. Su estilo desenfadado, su modo de vestir, su modo de vida, construye simbólicamente un personaje distante del mundo del consumo, de la comodidad propia de la gente del poder y con un lenguaje vulgar -que a veces se excede- que ofrece una perspectiva de imagen. Construyó un personaje popular, incuestionablemente popular. Ahora, no tiene nada que ver con la realidad uruguaya porque él nunca tiró un tiro contra la dictadura, porque cuando vino la dictadura él y todos los de su grupo estaban presos, en plena democracia y por jueces de la democracia. Y no expresó nunca el menor signo de arrepentimiento de haber estado diez años combatiendo con las armas la tradicional democracia uruguaya. Lo que sí le reconozco -y es muy importante- es que no ha sido revanchista. Desde el gobierno no practicó la revancha; al revés, él y su compañero (de guerrilla) Fernández Huidobro han sido los que más han defendido la institución militar de los ataques llevados a cabo por sectores de la izquierda.

- ¿La oposición uruguaya puede ofrecer una alianza creíble pese a sus diferencias o corre riesgo de aparecer como unida solamente para sacar al FA del poder?

- Todos los partidos democráticos del mundo han ido acercando posiciones. Hay un espectro de equilibrio macroeconómico, de manejo del Estado que los ha ido aproximando, y por eso han sufrido mucho. A los socialistas le han salido corrientes populistas a la izquierda; a los conservadores le han salido a la derecha otros populismos. En Uruguay, felizmente eso no se da, pero hay diferencias. Entre nuestros dos partidos (blancos y colorados) uno es de un liberalismo conservador clásico y el otro, de liberalismo social-democrático, pero tienen puntos de contacto básicos más allá de diferencias. Por ejemplo, nosotros somos ardorosos defensores de la laicidad republicana, que no lo es el Partido Nacional. Nosotros creemos en la economía de mercado como competencia y creemos que el Estado puede tener empresas, sin monopolio. En el otro partido, hay una corriente más contraria a las empresas del estado. Pero hay un cuerpo de pensamiento que nos une, en la política exterior, la libertad, el equilibrio macroeconómico; en definitiva, en una mirada de cambio social hacia arriba. Por eso creo que la segunda vuelta se va a definir entre los que de un lado creen que Venezuela es una democracia y los que creemos que es una dictadura. No es un tema internacional; es una definición de principios sustantivos

- Lacalle Pou habló sobre una coalición de cuatro partidos, no sólo blancos y colorados. ¿Usted prefiere una de menos partidos y más consistencia ideológica o una más amplia?

- Hay que intentar una coalición amplia; creo que el Partido Independiente tiene madurez suficiente para intentarlo; no ha actuado en responsabilidad de gobierno, pero es deseable la incorporación del mayor número de partido, en un compromiso claro definido cobre puntos.

- ¿Cómo se sale de la crisis de Venezuela?

- La mejor salida posible sería una negociación que comenzara en que Nicolás Maduro reconociera la legitimidad de la Asamblea Nacional, y a partir de ahí discutir cómo y cuándo convocar a elecciones. Pero si sigue en esa negación, se pone en un camino penoso, porque descartada cualquier solución de invasión militar, el caso se desplaza hacia lo económico. Es decir, hay que asfixiar económicamente y financieramente al régimen para que entre en razones, y que la estructura que lo apoyó sienta que no puede conducir a un país que está en crisis humanitaria a un colapso definitivo.

- ¿Eso no implica más sufrimiento para el pueblo venezolano?

- El pueblo está sufriendo mucho, salvo pequeños grupos privilegiados, o sea que sin duda este es un camino penoso, pero en la medida en que sea drástico puede ser corto.

- ¿Cómo ve las elecciones presidenciales de la Argentina? ¿Qué implicaría una derrota de Macri?

- El retorno del kirchnerismo sería muy negativo para la Argentina y para Uruguay, que sufrió mucho aquel gobierno, con medidas en puertos, cuando incluso acá el gobierno era del FA, que se mostraba favorable a Cristina Kirchner. Nunca entendí esa agresividad. Esa sería una opción regresiva.

- ¿Y el Brasil de Jair Bolsonaro?

- Todavía tiene aspectos enigmáticos pero todo indica que el Brasil de hoy tiene una institucionalidad mayor a la que siempre tuvo, el Poder Judicial, la autoridad electoral, nunca tuvieron estructuras como ahora. Bolsonaro no actúa en clima de poder ejercer cualquier medida populista, y da la impresión que sus dichos más ríspidos se van acomodando a la realidad.

- ¿Dónde se imagina que estará el verano del año próximo?

- Y... vamos a estar integrando un gobierno de coalición.



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