Un secreto popular

Por Francisco Berchesi

Quienes crean que el nuestro es un gran país y quieran verlo sanar; aquellos jóvenes que buscan emigrar en busca de un mejor vivir; los que lo habitan hace algún tiempo y quieren dejarlo mejor para los suyos: tengo la solución.

A éste le han diagnosticado varias enfermedades, pero vaya si vale la pena explicarlas para exponerlas ante ustedes.

Hay quienes le diagnostican un cierto anacronismo lingüístico, ya que a veces parece no hablar el lenguaje actual, pero parece entenderlo mejor que nadie. Algunos le adjudican atrocidades pasadas, pero resulta que leyendo a quienes las escriben, nunca ocurrieron.

Tengo el gusto y el honor de conocerlo personalmente. Por tradición, puedo decir esto de primera mano, ya que desde mis tatarabuelos hasta mis hermanos entablaron una gran relación de respeto y admiración para con él. Por convicción, porque desde que lo conocí pude ver todo lo que me habían contado y leído, convenciéndome aún más de lo anterior. Y, finalmente, por amor. Porque desde el primer día que entré a su casa sentí una conexión única. La cristalización de mis ideales en todo nivel, desde aquellos que había adquirido mediante mi familia todos estos años, hasta los que respiro 24 horas a través del deporte que practico. Y lo que mayor seguridad me dio, fue que éstos se proyectaban desde aquellos fogones artiguistas que nos daban independencia e iluminaban el porvenir.

Mi vínculo nace con la llegada de mi tatarabuelo desde Pavia a nuestras tierras en la segunda mitad del siglo XIX. Tierras que, a pesar de ser él granjero y analfabeto, le permitieron a su hijo estudiar en la escuela pública y abrir su propia empresa, sacando adelante a la familia.

A los jóvenes que están pensando en irse, él les pide que se queden y hagan valer su futuro, en su tierra con los suyos. Nos va a impulsar, como siempre, para que generemos nuestras propias oportunidades empujando esto todos juntos.

En tiempos de novedad, populismos, eslóganes exitosos y titulares sin estudio, les traigo al portador de la razón y la tradición, un constante reformista.

Es alguien al que la clasificación de izquierda y derecha nunca le calzó. Es que nunca estuvo claro si la izquierda es sensibilidad y justicia social o corrupción y despilfarro; si la derecha es estricta legalidad y orden o militarismo y excesos de estos. Menos aún, si actualmente en ambas clasificaciones hay lugar para el populismo.

Su espíritu, simbólicamente, lo encontré descrito en un artículo del Presidente Sanguinetti en el que trata la Constitución de Cádiz, y dice lo siguiente: "En esa ciudad sitiada por el ejército francés, bombardeada por los cañones del mayor artillero de la historia, amenazada por carencias y enfermedades, se soñaba un nuevo mundo."

Es que, contando con él, a pesar de estar atravesando una pandemia mundial, crisis y diferencias entre todos los partidos, se transita con la conciencia tranquila y el mismo sentido de responsabilidad de siempre, guiados por su gran historia y acción, con el norte eterno de la justicia social.

Esa su vocación más pura y su razón de ser, la de manejar los asuntos del Estado y la cosa pública.

La rigidez le va mal, porque ese manejo es sobre una reforma constante hacia el porvenir, mirando por los retrovisores más claros y hondos que tenemos en nuestro país. Estos muestran la vida misma de nuestra república y en ella, su principal arquitecto es el Partido Colorado.

Estas son palabras y no hechos, pero son palabras que describen una constante histórica: la de un Partido popular pero no populista, racional pero no reaccionario, de gobierno y no de oposición.

Es, una vez más, un faro en tiempos de tormenta. Desde la Defensa hasta la actualidad, el lugar donde germinan las ideas de libertad.

En tiempos de extremismos e incertidumbres, en el centro se encuentra la razón.

En tiempos de liviandad y fugacidad, la tradición y el reformismo.

Esta es la solución y el secreto a difundir.

¡¡¡Viva el Partido Colorado!!!




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