Un granito de arena muy chiquito

Los granitos de arena son ínfimos, pero el mencionado granito de arena que aportó Mujica al acercamiento entre Cuba y Estados Unidos es casi inexistente. Es cierto que el Presidente Obama le pidió a Mujica su cooperación para buscar una solución, como se la debe haber pedido a todos los presidentes de la región con los que haya tenido contactos. Y es cierto que Mujica habló del tema con Raúl Castro, como deben haber hablado todos los líderes de la región. Pero en ningún caso queda claro que la participación del Presidente uruguayo haya sido decisiva o influyente.

En las negociaciones reales entre Estados Unidos y Cuba, no hay ninguna intervención efectiva de Mujica, según consta en dos testimonios periodísticos irrefutables: el del New York Times y el de El País de Madrid que hicieron investigaciones muy minuciosas sobre el origen y el desarrollo de las conversaciones.

La preparación del “deshielo” empezó hace tiempo, pero tomó forma desde un año y medio atrás. Obama puso en marcha una estrategia muy discreta pero a la vez muy osada y contó con la colaboración de Canadá –país que siempre mantuvo relaciones con Cuba– y del Vaticano, que tuvo efectivamente al final de las negociaciones un papel preponderante.

A las facetas diplomáticas se agregaron las cuestiones económicas que acucian a Cuba, ya que la crisis venezolana significa que la isla se quede sin el subsidio petrolero – la famosa y envejecida Revolución siempre tuvo que ser sostenida por los apoyos financieros del exterior – y a Raúl Castro no le quedaba otro camino que abrir su economía y obtener inversión extranjera. Así lo interpreta Jorge Castañeda el ex canciller mexicano y prestigioso analista internacional, quien en una reciente nota asegura que el desplome de los precios del petróleo y el desastre de la economía venezolana son los verdaderos fundamentos del cambio de las autoridades cubanas.

Pero acá, en el barrio, Mujica y sus traductores oficiales quieren hacer creer otra cosa. En el grotesco imaginario “emepepista” cae muy bien que Mujica, candidato a Premio Nobel de la Paz, haya sido el artífice de la negociación y el promotor de la nueva era.

Por lo que surge de la prensa internacional, Mujica “se subió al carro”, como hizo con las negociaciones entre el gobierno de Colombia y la narco-guerrilla de las Farc. Varias veces Mujica anunció su intención de mediar y hasta ofreció a Montevideo como sede de las conversaciones, pero el Presidente colombiano Juan Manuel Santos tuvo que desmentir en forma rotunda esa participación.

Ahora pasa lo mismo. Mujica hizo algo, habló, pero eso es lo que hicieron muchos presidentes de América Latina. Quienes resolvieron la cosa nada tienen que ver con las charlatanerías del Pepe. Porque ¿ustedes no se lo imaginan a Mujica si hubiese tenido alguna señal de que EEUU y Cuba estaban negociando, largarle a nuestra prensa en una de sus diarias intervenciones, con cara de astuto, sonriente y con guiñaditas cómplices: “¡Esperen! ya van a ver lo que hay detrás de Guantánamo”?




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