Un Frente Amplio "leninista" que sigue bajando

Con 92.000 votos en todo el país, los dirigentes del Frente Amplio se dieron por satisfechos tras la realización de la elección interna para elegir presidente de la coalición.

No se comprende bien el motivo de las sonrisas que mostraron el domingo de noche los principales voceros, ya que respecto a la elección similar de 2012, ahora el Frente baja un 46% y respecto a la inicial movilización de 2006, cuando votaron 222.795 ciudadanos —algunos de 14 años— la caída es del 59%.

Quiere decir que la primera confirmación que cabe hacer es que el Frente Amplio sigue cayendo, lo que ya se mostró en las elecciones nacionales, en las que si bien retuvo en 2009 y 2014 la mayoría parlamentaria, su votación global fue cada vez más baja respecto a 2004. El descenso no es dramático, pero es descenso.

La segunda confirmación es que muchos de los dirigentes y portavoces están como enajenados de la realidad. Se hablan entre ellos y han perdido la noción de que buena parte de la población está enojada con el gobierno y con el Frente Amplio, lo que hubiera aconsejado humildad y cuidado en las declaraciones. Muchos frentistas decidieron no votar y así lo anunciaron, decepcionados por los errores y horrores de la administración, desde el injustificado déficit de Ancap al título trucho del Vicepresidente. Pese a ello, hubo tras la jornada electoral expresiones de triunfalismo y de soberbia que van a contramano de los hechos. Al describir la situación política en que llegaron a los comicios, la senadora Topolanski no tuvo mejor idea que decir que el Frente Amplio está en el “descampado”, pese a lo que mostró su fuerza. ¿”Descampado” en el ejercicio pleno del poder? Como dijo un lector de un diario en una carta, alcanza con que hubieran ido a votar algunos de los nuevos funcionarios designados por Mujica y las decenas de miles de asesores y empleados de confianza para haber incluso mejorado la mediocre votación.

El candidato más oficialista, o sea, el señor Alejandro Sánchez, haciendo gala de su notoria mala información y de su pequeño espíritu de pendencia, cruzó a los otros partidos con tono de guapetón de barrio, sosteniendo que el día en que las colectividades tradicionales hagan algo parecido podrán juzgar. Pues bien, ya lo han hecho a través de elecciones juveniles iniciadas por el Partido Colorado y luego repetidas por el Partido Nacional en las que participaron, respectivamente, decenas de miles de jóvenes.

Pero aun cuando no existiera esa experiencia, podemos juzgar lo que hace el Frente Amplio, que es en realidad una trampa a la representación, porque nuestro sistema electoral está regido por la propia Constitución de la República que establece en una de sus disposiciones especiales que los partidos deberán hacer elecciones internas simultáneas, el mismo día, para elegir candidatos a Presidente y a Vicepresidente y para elegir convencionales, que son quienes tendrán la potestad de tomar las decisiones fundamentales de cada partido. Esa elección interna y simultánea se hace con todas las garantías y controles de la Corte Electoral y hay pocas chances de trasiegos indebidos de un partido a otro y no hay oportunidad al fraude.

Acá no sabemos: votan menores, se controlan entre ellos, se pueden adulterar las cifras, como el Frente Amplio ya hizo en alguna oportunidad.

Pero además es claro que en esta elección intermedia hay una intención política y es la de integrar un plenario, que se conforma por 176 miembros, de los cuales 85 son representantes de los partidos políticos, pero otros 85 son delegados de las “sagradas bases”, algunas de las cuales incluso están radicadas en el exterior. Ese Plenario tiene mucho poder, ya que, por ejemplo, en el pasado reciente se opuso al acuerdo sobre liberalización del comercio de los servicios, el Tisa, torciendo la voluntad del gobierno. Es decir, el Plenario es un ámbito oscuro y no representativo, de viejo espíritu y procedimientos leninistas, que se impone en las instancias decisivas con una voluntad normalmente reaccionaria y profundamente conservadora.

Quiere decir que la elección del domingo no es democrática ni cosa por el estilo. Deriva de un militantismo cada vez más desprestigiado pero que no es inocente, sino que perpetra el control de los sectores más ultras del Frente Amplio, que se aferran desesperadamente al poder, trancando al gobierno y lamentablemente haciéndole también daño al país, al que condenan al atraso y a mantenerlo de espaldas al mundo.



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