Tierras en vez de limosnas.

Por Leonardo Vinci

Para incentivar la cultura del trabajo, Uruguay puede refrescar la tradición batllista de distribuir tierras y enseñar a producirlas.

Terminados los episodios de 1904, con la Paz de Aceguá, se concretó el 24 de setiembre una fórmula de pacificación que incluía la incorporación al ejército regular de los Jefes y Oficiales amnistiados.

El portal “Uruguay Educa” dice que “La destrucción material producida por la revolución fue muy importante, se registraron pérdidas cuantiosas en ganado y alambrados y dispersión de la mano de obra. Se produjo una paralización de la refinación del ganado, la baja de los precios de cueros y haciendas, la detención de tareas del primer frigorífico y la anulación del crédito bancario para el campo.”

El batllismo enfrentaba entonces el problema de la mano de obra desocupada en la campaña.

Barrán y Nahum han escrito que “Desde 1905 a 1909 se sucedieron innumerables editoriales en “El Día” reclamando la “subdivisión de la propiedad rural”, ella era una de las esperanzas del porvenir que se acarician entre las más eficaces”, sólo la “difusión de la pequeña propiedad” garantizaría el progreso del país y la “independencia económica de los paisanos”.

El confidente de Batlle, y su principal legislador, Don Domingo Arena decía “...el día en que se dividan las estancias en pedazos, como hoy se dividen en solares los terrenos de los alrededores de la capital (...) ese día habrán desaparecido las emigraciones de labradores y nadie podrá hablar de despoblación del país.”

El batllismo se expresaba a principios del siglo XX de esta manera: “Hay que empezar por ir hacia el fraccionamiento de las tierras. El mal probablemente está en la extensión de los latifundios y es propendiendo a su división que tal vez se pueda llegar a la solución del gran problema del desarrollo agrícola.”

Numerosas fueron las acciones coloradas dirigidas a entregar tierras a los trabajadores rurales.

En 1905, el Diputado batllista Domingo Arena intentó por medio de una ley crear una colonia agrícola nacional, denominada “Ensayo” en Tacuarembó, incluyendo a dos colonos que podrían ser extranjeros y actuarían “como agricultores experimentados” enseñando al resto por un sueldo mensual.

En 1909 el Presidente de la Cámara Mercantil, señor Mario Pérez, propuso emitir una deuda denominada “Empréstito de colonización” para destinarlos a “expropiar tierras aptas para la agricultura en las cuales se constituirían colonias”. El diario El Día elogió el plan “...que permitiría entrar en la demanda de tierras a muchos hombres de labor de los que andan diseminados por el campo, y que sea cual fuere su ansia de trabajo no pueden echar arraigo por falta absoluta de recursos.”

Habiendo finalizado el primer gobierno de Batlle, en abril de 1910, El Día justificaba un proyecto del Presidente Williman que duplicaba el impuesto territorial a los grandes propietarios que no hicieran agricultura. En un artículo editorial, el diario de Batlle indicó que “Al fin y al cabo, la tierra en sí misma, no pertenece a nadie y pertenece a todos. Lo que es respetable, lo que no debe gravarse, lo que corresponde al que lo realiza, es el fruto del trabajo (...) es el cultivo, es la hacienda, es el árbol...”

En estos días, habrá que mirar más al batllismo. Allí están las soluciones que el país precisa.

Así como el Instituto Nacional de Colonización ha sido un poderoso instrumento de desarrollo y distribución de la riqueza, el Uruguay, -y en especial el norte,- necesita la entrega de numerosas parcelas en régimen de enfiteusis a pequeños productores. Los municipios tienen en sus manos la gran tarea de proceder a la asignación de esos predios en la periferia de las ciudades.

Es posible contar con tierras en la actualidad e incluso, por la vía de la mutación dominial u otras formas jurídicas, se podrían utilizar parcelas pertenecientes a otros organismos estatales.

La Ley propuesta por la bancada del Batllismo Unido relativa a la vivienda dispersa rural (16.690) sería de aplicación en este caso ya que “En caso de que el aspirante a beneficiario no fuera dueño de la tierra, MEVIR asistirá técnica y legalmente al mismo, mediando conformidad del dueño, siempre que se trate de un predio explotado directamente por el solicitante y teniendo en cuenta las demás circunstancias que surjan de la consideración del título por el cual se efectúa la ocupación.”

Es mejor entregar tierras que distribuir limosnas.



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