Sobre la leche derramada

Por Tomás Laguna

Por estos días se instaló la discusión sobre la responsabilidad del gobierno en el negocio de exportaciones lácteas a Venezuela a la vez de múltiples reclamos en apoyo a la producción tambera. ¿Cómo entender y posicionarnos en esta polémica?

La difícil situación generada con las exportaciones lácteas a Venezuela encuentra a quienes hacen recaer la responsabilidad del negocio en las mismas industrias exportadoras y quienes entienden que hay responsabilidad del gobierno a partir de las recomendaciones realizadas desde los más alto del Poder Ejecutivo en cuanto al acuerdo comercial con el gobierno de Maduro y la promesa de las garantías necesarias (famoso fideicomiso...). En definitiva quienes entienden que la sociedad no puede hacerse responsable por los negocios fallidos de los particulares y quienes reclaman que el Estado responda por lo que resta de cobrar en las exportaciones realizadas.

Quién se anotó entre los últimos fue el senador y ex presidente José Mujica, quién con el mismo desparpajo con que manejó las empresas públicas y llevó a ANCAP a la bancarrota, indicó que “Ya saqué cuentas, hablé con la gente y serían 10 o 12 millones de dólares que habría que poner por mes, luego el gobierno podría amortizar ese dinero”. Con ese facilismo demagógico e irresponsable es que ha manejado los recursos del Estado para encontrar solución a emprendimientos inviables en nuestra economía, empezando por ALUR. Luego la lista es larga.
Pero también están los otros, los que desde sus cargos en el Poder Ejecutivo razonan como ultra neo liberales (aunque oficien de economistas en un gobierno que se proclama de izquierda) y sostienen que allá los que realizaron malos negocios encandilados por los altos precios de un cliente de riesgo. Problema de ellos, el Estado no debe intervenir toda vez que un privado hace un mal negocio. Y si como resultado claudica la cadena láctea, los que se mantengan en la producción seguramente encontrarán en el futuro mejores condiciones de mercado para resarcirse y seguir en la actividad.

Intentemos poner algo de racionalidad a esta discusión. Una cosa es la responsabilidad del gobierno al haberse involucrado en un negocio con el exterior mediante un acuerdo político con otro país. Otra cosa es la sensibilidad social y compromiso con la producción toda vez que un sector exportador, que involucra no a algunas empresas sino a miles de productores, está coyunturalmente en riesgo terminal y necesita apoyos para sortear el mal trance. En el primer caso, la apuesta del gobierno al mercado venezolano, es más que evidente que el gobierno no puede mirar para otro lado. Hubo una intervención desde el Poder Ejecutivo en un acuerdo con Venezuela para obtener garantías para nuestras exportaciones a ese país. El acuerdo se firmó en Brasilia en julio del año pasado en oportunidad de la Cumbre MERCOSUR de Presidentes. El mismo previó la exportación a Venezuela de 265.000 toneladas de alimentos uruguayos por un valor próximo a los 300 millones de dólares, dónde se incluía 120.000 toneladas de arroz, 80.000 toneladas de soja, 44.000 toneladas de leche en polvo, 12.000 toneladas de queso y 9.000 toneladas de pollo. El presidente Vázquez explicó en conferencia de prensa ofrecida luego que los 300 millones de dólares iban a quedar depositados a través de un fideicomiso de Venezuela en la sucursal uruguaya del banco Bandes, "como garantía de cobro inmediato ante la venta de cada producto" (sic). Ya sabemos la suerte que corrió este instrumento. No hay más que hablar...

Veamos el segundo argumento. Más allá de las responsabilidades del gobierno en este particular negocio, la cadena láctea ¿es o no merecedora de políticas excepcionales de apoyo ante el difícil trance por la merma en sus mercados?

En un análisis desapasionado, lo primero es analizar el peso relativo de Venezuela como destino de nuestras exportaciones lácteas. En valor de la producción exportada Brasil es nuestro principal cliente con el 32% del valor adquirido, seguido por Venezuela (23%), Argelia (13%), y México (8%). Otros varios destinos totalizan el 17% del valor exportado. (Fuente Anuario OPYPA 2015). Por lo tanto estamos discutiendo incumplimientos de quien detenta el 23% del mercado externo en valor. Y no el 100% del incumplimiento.

Pero aún no terminamos de valorar todo el mercado de destino de nuestra producción láctea. Para el año 2015 el mercado interno significó el 39% del valor total producido, a partir de sus precios de venta. En tanto que el mercado externo es el 61% restante. Esto significa que las exportaciones lácteas a Venezuela medidas en valor (datos del 2015) significan el 14% del total de lo producido por nuestras industrias lácteas. Una vez más, la gran discusión instalada en nuestro país refiere al incumplimiento de parte del cobro del 14% del mercado del total de la producción láctea nacional. Porque algo se cobró...

No es que sean intranscendentes los incumplimientos venezolanos, pero darle su justa dimensión nos permite adentrarnos en otras consideraciones. Hay varias razones que motivan la animosidad instalada. En primer lugar que el moroso sea precisamente el país del pajarito y los negocios más malolientes jamás conocidos en comercio exterior. El país de la intermediación comisionista tupamara y los sobreprecios escandalosos solo explicables por la turbidez de cada negocio. El país de los negocios con ANCAP, la única petrolera monopólica del mundo al borde de la quiebra luego de la bizarra aventura de la administración Mujica. Y si bien ni la sequía ni la caída de los precios internacionales (solo la leche en polvo cayó entre el 39% y 31% según sea descremada o entera) es culpa del gobierno, si lo es producir con costos país cada vez más altos. Por eso el fastidio del productor al ver como el Estado apalanca a ANCAP en 800 millones de dólares para evitar su quiebra por mala gestión mientras debe pagar el combustible más caro del mundo. Y mientras todo esto ocurre le aumentan los impuestos mediante gravámenes a la tierra, los que deberá pagar aún cuando tenga pérdida en el negocio productivo.
La producción lechera nacional tiene pendiente ajustar sus sistemas productivos a la realidad de precios del producto que no justifican la intensificación y los altos costos para obtener incrementos marginales de productividad que no son rentables. Seguramente en una lechería más pastoril está la respuesta. Y esto es así aún cuando Venezuela hubiera cumplido con sus pagos. No obstante, el momento requiere de apoyos estratégicos al productor tambero. Una vez más corresponde recordar aquella oportunidad en que, ante los precios de ruina del arroz, el 2do gobierno del Dr. Sanguinetti instrumentó un subsidio para cubrir la diferencia en el precio por bolsa que permitiera compensar los costos de producción. Por entonces, el Dr. Sanguinetti justificó la medida con la figura del jinete que peligra caer del caballo, y al que hay que sostenerlo para que se mantenga montado. Siempre será más costoso levantarlo del suelo si finalmente se cae decía entonces el Presidente. (Seguramente el Ministro Aguerre fue beneficiado por entonces, siendo el arroz uno de sus rubros productivos)

Esto es un ejemplo de políticas sectoriales responsables y estratégicas en apoyo de la producción. Políticas batllistas si las hay, para que entiendan los señores del equipo económico...



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