Si como candidato lidera así, imagínelo gobernando

Por Fátima Barrutta

Las actitudes del candidato frenteamplista muestran que no está en condiciones de gobernar al país.

Habrá quienes dirán que lo que afecta al candidato oficialista y ex intendente de Montevideo Daniel Martínez, es un karma complicado. Otros preferirán atribuirlo a la mala suerte.

Pero lo cierto es que desde que ganó la interna del Frente Amplio, el pasado 30 de junio, no para de cometer errores. Algunos garrafales y, en no pocas ocasiones, hasta risibles, dicho esto con el mayor de los respetos. Primero, cuando pretendió tomar una decisión que marcara su autoridad y el sesgo moderado de su campaña, privando a la ingeniera Carolina Cosse de su más que legítimo derecho de ser designada como candidata a vicepresidente. Después, en aquel acto de proclamación de Graciela Villar, cuando, en el mismo momento en que Martínez llamaba a negociar acuerdos con colorados y blancos, su compañera de fórmula los agraviaba con el mote de oligarcas. Pocos días más tarde, Martínez se atreve por primera vez a reconocer que Venezuela es una dictadura, alentado por una definición en tal sentido que había formulado el ministro Danilo Astori. Pero el candidato oficialista vuelve a quedar colgado del pincel cuando, en el senado, ni una sola mano de los legisladores frenteamplistas se levantó para condenar el oprobioso gobierno de Nicolás Maduro. Si Martínez llegara a ser presidente, ¿así lo va a respaldar su propia bancada parlamentaria?

Queda claro que un día sí y otro también, los sectores alineados con Mujica y con el ascendente Oscar Andrade se pasan desmintiéndolo y poniendo en duda lo que dice y propone. No hay que olvidar que en plena campaña hacia las internas, criticó a la ex Unión Soviética y tuvo que pedir disculpas a sus propios correligionarios, después que lo cuestionaron todo lo que pudieron. Lo que nunca había ocurrido, hasta hace unos días, fue que sus colaboradores y asesores más directos también refutaran sus decisiones. Eso pasó en torno a la delirante escaramuza de aceptar la postulación de un cantante popular a la diputación, para después tener que desdecirse y pedirle que se bajara. En esto todo llegó a un espectacular nivel de bochorno. Escasos días antes, uno de los artistas teatrales más importantes de los últimos 50 años, Jorge Curi, había fallecido a los 88 años y ni Martínez ni nadie del Ministerio de Educación y Cultura o del Departamento de Cultura de la Intendencia, vieron del caso destacar a esta trascendente figura de la escena y acompañar sus restos. Para quienes no lo sepan, vale aclarar que Curi fue siempre un militante de izquierda, un intelectual de primera línea que resistió a la dictadura y abrazó al Frente Amplio.

Pero en cambio, en el mismo momento, el candidato oficialista no perdió oportunidad de fotografiarse a los abrazos con "el Gucci", si de ganar votos se trataba. Las quejas posteriores no vinieron de parte de Mujica ni de Andrade, sino de los colaboradores más directos de Martínez: el actual intendente Christian Di Candia y la directora de la Intendencia Fabiana Goyeneche. ¿Y qué hizo el candidato? ¿Defender su decisión? No, le pidió a "el Gucci" que se bajara de su pretensión política. ¿Lo hizo en defensa de la equidad de género, ante una persona que había sido acusada de acosar a una mujer? No, espetó que "las mujeres están sensibles", un comentario de un machismo lacerante, y se excusó admitiendo que Goyeneche "es ingobernable". Y uno vuelve a preguntarse: si una de sus colaboradoras más directas lo es, ¿Martínez estará capacitado para gobernar a más de tres millones de uruguayos?

El nivel de papelón no tiene límites.

Justo en el momento en que Ernesto Talvi crece fuertemente en las encuestas, por la imagen de estadista que transmite claramente, lo único que muestra Daniel Martínez ser desautorizado una y otra vez por sus propios correligionarios, en cualquiera de los temas que aborda.

Si no alcanzara con todo eso, ahora su fuerza política expresa algarabía por el triunfo del kirchnerismo al otro lado del río. Explícitamente, el Frente Amplio adhiere al gobierno más corrupto de la historia argentina.

Muchos disparates juntos, que arrinconan al Frente Amplio en un extremo del espectro ideológico, permitiendo que un número creciente de izquierdistas moderados y racionales retorne al Partido Colorado.



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