Se terminó la fiesta...

Al final, el gobierno tuvo que ceder ante la realidad. El despilfarro del período de Mujica —que todo el Frente Amplio avaló— generó un déficit de las cuentas públicas equivalente a casi el 4% del producto, cifra que no se puede sostener porque pone en duda el “grado inversor” y, así, tanto la conquista de inversiones como de endeudamiento barato.

El escenario es conocido, porque fue denunciando por los economistas y por los partidos de oposición desde antes de la elección de 2014: a la recesión internacional, que ya entonces se hacía palpable, el gobierno de Mujica agregó una irresponsable cuota de desborde (Ancap, Pluna, el Fondes, Antel y su polémico estadio, etc.) con lo que el país estaba condenado a ajustarse, más tarde o más temprano.

Lamentablemente, perdimos casi un año y medio desde que asumió esta administración, durante el cual los gobernantes, en vez de asumir sus responsabilidades —principalmente el presidente Vázquez y el ministro Astori— se dedicaron sistemáticamente a negar los hechos que ahora tienen que aceptar. La crisis ya venía siendo negada enfáticamente durante la campaña electoral, cuando los candidatos y el entonces Vicepresidente prometieron irresponsablemente que no se aumentaría la carga impositiva y que, de haber cambios, éstos serían en beneficio del contribuyente.

En suma, hubo dos imprevisiones, cualquiera de las dos inconcebibles en gobernantes animados por un buen sentido de administración. La primera, arrancó en la primera administración Vázquez, pero se profundizó a extremos desconocidos en la historia del país durante el “mujicato”. En todos estos períodos estuvo presente, de una u otra forma, el profesor Astori. Fue él, ya en el primer gobierno de Vázquez, quien inventó aquello de los “espacios fiscales”, un absurdo que mediante un juego de palabras pretendió vestir de respetabilidad técnica a lo que no era sino la clásica irresponsabilidad fiscal populista. Con el verso de los “espacios fiscales”, que eran de aire y no de dinero real disponible, Astori supervisó todos los desbordes de gasto público, en los dos primeros períodos del Frente Amplio. Es bueno que se lo recuerde, porque Astori hoy se presenta casi como una víctima de desbordes ajenos, que él no tiene más remedio que emparchar como puede.

La segunda imprevisión corresponde a esta segunda administración Vázquez, que no sólo desperdició un año entero en llevar a cabo lo que sabía inevitable sino que dibujó un escenario de fantasía en el Presupuesto. Con ello, no sólo desperdició el capital político con que todo gobierno cuenta el primer año, viéndose forzado a llevar a cabo las dolorosas medidas en el marco de una popularidad alicadída, sino que empeoró la situación fiscal, dejando al país al borde de perder el “grado inversor”, obligando a un ajuste más duro que si se hubiera practicado en el primer año. ¿Qué pensaban en el gobierno? ¿Que tal vez ocurriría un milagro que les permitiera eludir lo inevitable?

Quienes pagarán la fiesta son los trabajadores y los jubilados, ya que de los U$S 500 millones que se proyecta recaudar, éstos aportarán U$S 350 millones, correspondiendo al resto a una postergación de los gastos presupuestales, no a un recorte. Es decir, el Estado seguirá “gordo” —e ineficiente— porque el gobierno no se anima a disminuir el gasto público en forma significativa y directamente recurre a donde hay recursos seguros, el bolsillo de la gente, que vivirá claramente un retroceso importante en sus ingresos y en su nivel de vida, además de afectar el nivel de actividad, con lo que nuevamente habrá caída en la recaudación.

Por eso no es seguro que el ajuste sea exitoso: el desnivel de las cuentas públicas es aproximadamente de U$S 2.000 millones. Quizás sea por ello que un experto, Todd Martínez, representante de la calificadora de riesgo Fitch, declaró al semanario Búsqueda que aún están analizando la propuesta anunciada y su “potencial impacto, teniendo en cuenta que dependerá de un proceso político. Pero confiando en las estimaciones oficiales, podría ser un ajuste mayor y más explícito después de otras medidas (subas de tarifas públicas, cambio metodológico en el IRAE)”. Es decir, lo que nos dicen de afuera es que con este ajuste no alcanza y que será necesario, en poco tiempo, aumentar otra vez las tarifas y atacar la renta de las empresas, con lo que las perspectivas de mantener o mejorar la inversión externa son muy débiles.

Esto significa que se terminó la fiesta y seguiremos en el ajuste, aunque el gobierno quiera llamarlo “consolidación fiscal” o como fuere, porque —eso hay que reconocerlo— si algo caracteriza al oficialismo es su infinita creatividad a la hora de formular juegos de palabras y eufemismos. Pero la creatividad no puede disimular el estruendoso fracaso ante el que se encuentra el Frente Amplio.

Además, para colmo, es indigna de la investidura presidencial la pirueta del Dr. Vázquez al intentar explicar que él había prometido que no habría “nuevos impuestos” y que aquí estamos ante un aumento de los impuestos ya existentes. En momentos difíciles para la población, los uruguayos merecemos más respeto y sinceridad.

Al Frente Amplio le fue relativamente fácil gobernar en los tiempos de bonanza. Veremos ahora cómo se comportan los gobernantes en una etapa de serias dificultades: lamentablemente para el país y su gente, creemos que no estamos en buenas manos.



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