Revoluciones de boliche

Por Fátima Barrutta

Las declaraciones hostiles a la coalición electa, por parte del gobierno saliente y de los grupos de presión que lo apoyan, han sido múltiples.

Casi al día siguiente de su derrota en el balotaje, prominentes dirigentes del oficialismo salieron a agitar fantasmas inexistentes, como que el pueblo en las urnas había elegido a quienes supuestamente eliminarían los consejos de salarios o demolerían la agenda de derechos. Sabían que mentían, pero siguieron al pie de la letra la máxima de Josef Goebbels de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Fueron más allá de la calumnia y pasaron a la amenaza: auguraron que saldrían a la calle a ejercer la "resistencia", como si el nuevo gobierno no estuviera legitimado por las urnas, y llegaron al extremo de profetizar que actuarían como los agitadores chilenos que incendiaron estaciones de subte y saquearon comercios.

Algunas murgas "compañeras" están haciendo también su trabajo este mes de febrero, convocando a la revuelta e insultando de manera escatológica a los líderes de la coalición republicana. El hecho no merecería reparos (la libertad de expresión es un derecho inalienable), si no fuera porque el gobierno departamental del Frente Amplio subvenciona de manera explícita a esos propagandistas, entregándoles durante un mes largo la explotación comercial del Teatro de Verano y pagando los premios de sus concursos, con los recursos que volcamos todos los contribuyentes.

Pero en estos días, esa actitud intolerante alcanzó una nueva marca: el sindicato docente de ADES Montevideo ha anunciado un paro general para el 12 de marzo, o sea una semana y media después de la instalación del gobierno electo. El motivo: los cambios a la política educativa contenidos en el borrador de la Ley de Urgente Consideración.

Es un hecho insólito, sin precedentes.

Se supone que la huelga es una medida extrema, a la que recurren las organizaciones sindicales cuando se han agotado todas las vías de negociación. Los sindicalistas de ADES no hablaron ni una palabra con las autoridades electas, ni siquiera solicitaron una reunión, y convocan a un paro, no contra una ley, ni siquiera contra un proyecto, ¡apenas contra un borrador divulgado por el Partido Nacional, que está siendo revisado y corregido, en diálogo con el resto de los partidos y con las fuerzas vivas del país!

La impertinencia tiene un límite y este sindicato acaba de cruzarlo. En realidad se hacen más daño a ellos mismos que al gobierno, porque cualquier ciudadano con un mínimo de sensatez se da cuenta de lo improcedente de la medida. Pero lo peor de todo es que hay alguien inocente que paga estos platos rotos, justo a quien más habría que proteger: el estudiante que se quedará sin clase.

ADES Montevideo parece no haber entendido todavía que cada huelga que paraliza la enseñanza pública agranda la brecha educativa entre ricos y pobres, afectando directamente a los más vulnerables. O tal vez ya lo entendió y actúa en consecuencia, impidiendo conscientemente la superación de los más débiles, pensando que así abonan el campo para una de sus revoluciones de boliche.

Están habilitados constitucionalmente a ejercer el derecho de huelga, pero deberían generar una mínima empatía con quienes dicen defender, entender que dejar a los chiquilines sin clase debería ser una medida extrema, en respuesta a un peligro cierto e innegociable, y nunca una práctica gimnástica para molestar a un adversario ideológico.

Han sido ingobernables aún bajo las administraciones frenteamplistas. En la campaña electoral de 2014, Vázquez había prometido que aseguraría el cumplimiento de las clases, decretando la esencialidad del servicio, si era necesario. Cuando efectivamente lo hizo, debió dar marcha atrás a los pocos días. Por su parte, el ex presidente Mujica había admitido a los autores del libro "La oveja negra al poder" que la única salida para mejorar la educación era "hacer m... a los sindicatos docentes". Entre prepotentes, se entendían.

Pero ahora que nos aprestamos a instalar un gobierno tolerante, respetuoso, con impulso reformista pero abierto a la negociación, se anticipa un conflicto que no tiene ni pies ni cabeza, porque solo procura abonar una lógica de la confrontación que perjudica a los que menos tienen.

Triste comportamiento de una minoría, para nada representativa de un gremio docente, donde son amplia mayoría los trabajadores cultos, esforzados y sensibles, que dedican razón y corazón a educar a nuestros jóvenes para la libertad.




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