Ciertamente, la actitud o slogan de "no retroceder jamás" es casi una constante en gobernantes o referentes en los distintos tiempos, ámbitos y regiones, y ha demostrado muchas veces ser motivo de fracaso en la historia política, social y económica de muchos pueblos.

Esa actitud de supuesta firmeza puede costar caro a quien o a quienes se embanderan en ella como si fuese una "garantía de confianza", cuando en realidad, el propio devenir de la vida y sus circunstancias, hace que las previsiones rara vez coincidan con la realidad. En todos los órdenes de la vida.

Y no tenemos que retrotraernos mucho en el tiempo para demostrar que cuando un gobierno se aferra a ese estilo de manejo de las situaciones, la supuesta firmeza se transforma en tozudez, de la mano de la soberbia.

Y es así que en el anterior gobierno, en forma increíble sobrevivieron en sus cargos o funciones actores que sin ninguna duda, a la luz de una flexibilidad política y conceptual que no existió, deberían haber sido removidos. En el Poder Ejecutivo, al frente de empresas del Estado, y en muchos rincones del quehacer público.

No sólo no hubo pasos atrás, sino que se instaló la negativa de escuchar al que, pensando distinto en asuntos que involucran a la sociedad toda, trató de hacer sentir su voz.

Esa actitud hizo perder muchos millones al País en mala gestión y proyectos fracasados, y lo sumió en una crisis social y económica de la que costará salir, máxime con el agregado de la nueva situación provocada por la pandemia.

No entraremos en detalles de las acciones en las que el gobierno de coalición viene dando muestras de capacidad de adaptación y manejo profesional de situaciones, pues se refieren a ámbitos absolutamente dispares y complejos, pero es justamente el indeseado escenario en la salud el que ha hecho que a diario se perciba esa forma de trabajar. Transparente, sin caudillismos, apoyada en la ciencia, y sin temor a cambiar el rumbo si es necesario.

Se ha actuado de esa manera en todos los órdenes, incluso desde el inicio, pues la controvertida -por algunos- Ley de Urgente Consideración, es un ejemplo en si misma de apertura a todos los colectivos, a todos los ciudadanos. Y también por supuesto, de apertura a las propuestas de mejora de la misma.

Y resulta que esta forma de gobernar es buena para el país, para todo su sistema de partidos, para la relación con la sociedad toda, y por supuesto para el Presidente, para su partido, y para el gobierno de coalición.

Los que aún se niegan a entenderlo o reconocerlo, siguen insistiendo en denostar lo actuado y su metodología. Desde diversos colectivos, desde el propio partido del gobierno saliente que no supo en su momento percibir sus contundentes falencias, con manifestaciones populares sin argumentos y absurdas -puestas prontamente en ridículo- a la vera del Palacio Legislativo, y hasta en las consabidas redes sociales. Pero en todos esos ámbitos, el equipo de Gobierno ha puesto, con clase, altura y sin aspavientos, sendos "tapabocas". Muy útiles y necesarios, por cierto. Y el éxito, para bien de todos, es lo que queda a la vista.

Estamos viendo con confianza y tranquilidad que tenemos un gobierno de todos, un presidente de todos, y un equipo de apoyo -en todos los ámbitos- como hacía mucho tiempo no teníamos.

Y lo más importante, que asume y pregona que no es infalible.

Y quizá sea ésa su mayor fortaleza.