Para ganar en 2019

Por Lole Hierro

Se ha intensificado en algunas redes sociales la discusión sobre si la oposición debería explorar acuerdos programáticos o electorales, a partir de la publicación de encuestas que dan cuenta de la notoria caída del Frente Amplio y de la perspectiva –cierta– de que la coalición opositora pueda ganarle. Conviene repasar algunas premisas imprescindibles.

Los acuerdos vienen del fondo de la historia del país. Se puede empezar con el “Abrazo del Monzón”, primer pacto político entre Rivera y Lavalleja de 1825, cuando don Frutos se integra a la lucha contra los invasores lusitanos compartiendo el mando militar.

Para seguir, en base a un artículo y estudio de Daniel Pelúas -que recomiendo leer muy especialmente (1)-, citaré someramente algunos de ellos.

Señala Pelúas a la “Paz del 8 de octubre” luego de la Guerra Grande proclamando que no hay “ni vencidos ni vencedores”; luego Oribe y Rivera llevan adelante un entendimiento cuando la propuesta de fusión de los partidos pretendida por los “doctores” es enfrentada y se concreta el “Pacto de la Unión”.

A esos intentos le siguen otros acuerdos, como el reparto territorial de las Jefaturas Políticas por intermedio de la “Paz de Abril del 72”. Pelúas sigue el análisis; para no aburrir sólo mencionaré las denominaciones: “Ministerio de la Conciliación”; “Pacto de la Cruz”; “Pacto de Nico Pérez”; “Pacto de los 8”; “Pacto del Chinculín”; “Conciliación Patriótica”; “Acuerdo Nacional”.

Naturalmente que cada acuerdo o pacto fue hecho en función de contextos históricos distintos, muy bien desarrollados y explicados por Pelúas, cuyo artículo sirve para quienes quieran profundizar en el tema.

Pero los acuerdos también son más recientes, luego del retorno a la democracia. Y aquí vale la pena detenernos porque tienen que ver con parte de la argumentación que sostenemos

Las posiciones del “Pacto del Club Naval” son conocidas y allí hubo acuerdo entre frenteamplistas y colorados. Pero vale la pena transcribir la opinión de Julio Sanguinetti, quien fue a la postre el presidente electo, que resume el espíritu del mismo transitando una constancia histórica: “…el camino que hemos trazado le da al país primero la certeza de las elecciones. Sin el acuerdo no había elecciones, y en consecuencia había continuismo… El camino de rechazo al acuerdo no ofrece ninguna solución. Ese camino, ¿cuál es? Hay confrontación simple…No se trata de empuñar la tacuara porque, la tacuara es hueca…No podemos seguir soñando con revoluciones imposibles…

Y sobre la cooperación propuesta luego, sostenía: “La concertación no es un acuerdo político con finalidades de sostén político sino que es un acuerdo de tipo social, en el que se procura una coincidencia de diversas fuerzas estrictamente políticas, sociales o económicas con vistas a la realización de determinado plan de desarrollo máximo, mínimo o intermedio. Esto puede llevar de brinco a un gobierno de participación política pero no es necesariamente sinónimo”.

Era un tiempo de tristes dificultades políticas pero de esperanzador futuro democrático, más allá de las legítimas polémicas, que describe el espíritu acuerdista que caracteriza al país.

Luego, los sucesivos gobiernos de los partidos fundacionales establecieron entendimientos para gobernar, con distintas denominaciones y de diferente índole, hasta que tras la reforma constitucional de 1996, en aquella primera elección, hacia el balotaje, el acuerdo fue publicitado e informado a la opinión pública entre el gobernante Partido Colorado, el Partido Nacional y la Unión Cívica. Constaba de 7 puntos y desarrollaba distintas temáticas.

Es notorio que Jorge Batlle fue presidente con el apoyo de blancos, tanto de origen wilsonista como de origen herrerista, que, en los tiempos de la crisis del 2002, apoyaron patrióticamente la salida ejemplar hoy reconocida por todos.

Hasta allí gobernaron los partidos fundacionales.

Como todos sabemos, desde el 2005 lo hace el Frente Amplio con mayorías absolutas. Gobernó los dos primeros períodos con viento a favor y la mayor bonanza que tuvo el país y cometió el gran despilfarro, como está siendo notorio por estos días. Su militancia está mermando, como quedó demostrado en la elección del pasado domingo, votando un 46 % menos que en los comicios anteriores.

Si así se sienten los militantes, es notorio que una gran cantidad de votantes independientes que le dieron la confianza en las últimas elecciones nacionales están empezando a ver las cosas sin tanto entusiasmo y compromiso. Y seguramente, el ajuste fiscal los pondrá de mayor mal humor.

¿Pero la oposición que hace?

Muchos se siguen mirando el ombligo convencidos que habrá un balotaje con mayores posibilidades de alcanzar el gobierno. Otros muestran tímidamente la intención de acercamientos entre las distintas fuerzas del bloque opositor.

Y aquí reitero mi opinión. No creo que con pensar en votar juntos en el balotaje alcance. Ya ha pasado que la estrategia de ser gobierno y oposición a la vez le ha dado resultado al Frente Amplio y esto sumado a su influencia política, social y cultural es un activo muy fuerte.

Por eso es vital que el bloque opositor -que no integra únicamente el herrerismo, cuya presencia desvela a muchos batllistas- se muestre unido, planteando desde ya acuerdos programáticos a futuro y evaluando la mejor estrategia política y electoral.

Entiendo que con madurez es posible iniciar ese camino y mostrarle a la ciudadanía que la oposición está preparada para gobernar. Es el sentir de una gran mayoría de ciudadanos que según mi entender, no está siendo bien interpretada por los partidos de la oposición.

El acuerdo programático que se haga desde ya no es ninguna herejía. Como no lo fue la fundación del Frente Amplio, muchas veces denominado como una “colcha de retazos”.

Y para terminar quiero expresar para ser bien claro, que no tengo una posición cerrada ni tomada; lo que propongo es estudiar y avanzar en el sentido expresado en anteriores artículos como el presente. Lo programático primero y lo electoral después, sin dogmatismos.

Las negociaciones y miradas al futuro no tienen por qué desdibujar la propuesta batllista. ¿Qué hizo don Pepe Batlle hace 100 años, tras la derrota del 30 de julio de 1916? Negoció, negoció y persuadió para cristalizar sus ideas. Entre otras - ¡y nada menos! - la separación de la Iglesia y el Estado.

(1) Coparticipación y Coalición. 164 años de acuerdos entre Blancos y Colorados. Editorial Arca Humus 1. Artículo de Daniel Pelúas. Coparticipación: Pasado y Presente.



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