Correo de los Viernes - Nuevos desencuentros en la cadena cárnica

Nuevos desencuentros en la cadena cárnica

Por Tomás Laguna

Por estos días se volvió a agitar la discusión sobre el funcionamiento de la cadena de producción de carne vacuna con acusaciones cruzadas referidas a la exportación en pie y los corrales de engorde en manos de la industria.

Los encierres de ganado en corral de engorde por parte de la industria ha llevado a la producción a cuestionar a la misma considerando que de esta manera es capaz de incidir en la oferta de ganado gordo a planta, lo que le otorga una herramienta adicional para “manejar” su precio. De hecho, del total del ganado encerrado en corrales de engorde (unas 207.000 cabezas), en el entorno de la mitad sería propiedad de los frigoríficos. Pero la industria no se queda atrás, y ha salido a cuestionar la exportación de ganado en pie, la cual se ha dinamizado estos últimos tiempos, llegando a las 250.000 cabezas al cierre del año. Manifestaciones sobre la pérdida de valor agregado en mano de obra nacional o impuestos no pagados por el proceso industrial son los argumentos más efectistas.

Recientemente el Presidente de la Asociación Rural del Uruguay hizo declaraciones a medios de prensa sobre la intensión de llevar al área de la Comisión de Promoción y Defensa de la Competencia del Ministerio de Economía y Finanzas la participación de la industria en la oferta de ganado gordo. Este planteo agrega un nuevo componente a una vieja demanda. De hecho ante las insistencias desde la producción, en el 2009 el Ministerio de Economía encargó un estudio para verificar si el mercado estaba concentrado más allá de los límites establecidos por la legislación vigente. Este trabajo se le encomendó a los economistas Alfaro y Olivera, los que concluyeron que del análisis de trasmisión del precio internacional al precio del novillo surge una elasticidad de 0,69, si bien considerada trasmisión imperfecta de precios (por ser < a 1) la misma puede entenderse alta si se considera que en el proceso además inciden otros aspectos no analizados como clima, oferta forrajera y otros que influyen en la estacionalidad de la faena. Concluyen estos autores que no se puede confirmar o descartar un mayor poder de mercado en la demanda a través de la formación de precios si bien reconocen un leve aumento en la concentración de la misma, constituyendo un posible oligopsonio. En otras palabras, la demanda industrial trasmite los precios internacionales a la producción pero lo hace con cierto dominio de los mismos. El trabajo no ha dejado de cuestionarse desde la producción más aún con el nuevo argumento de autoabastecimiento por parte de la demanda.

El escenario se ha complicado recientemente al comprobarse que un corral de engorde, tal vez uno de los más grandes y dónde algún industrial en particular prepara sus ganados, enviaba a faena ganado del corral como si fuera ganado de campo. La trapisonda es doble, pone en riesgo la credibilidad del país ante mercados que exigen ganados de campo, a la vez de afectar la demanda y precio de los ganados engordados a campo. Este asunto ya es público y está en jurídica del MGAP, dónde seguramente aplicarán la rigurosidad del caso en las sanciones. En última instancia el país sigue siendo creíble a partir de su institucionalidad.

Más allá de acusaciones y desconfianzas, hoy la producción ganadera tiene un sector criador consolidado, dónde el valor del kilo de ternero destetado se mantiene en el entorno del 30% por encima del ganado gordo. El eslabón más débil de la cadena, el último tomador de precios y dónde más productores hay con problemas de escala, persiste en la bonanza de la colocación de su producción, lo que es refrendado por la agilidad en el mercado de toros de la reciente zafra. Eso es una condición a preservar, la máquina produce porque su producto vale. Y si hay un argumento que explica esto, ese argumento es la exportación en pie. Todos los proyectos de apoyo a la cría sucumben ante la razón superior del mercado demandante.

La acusación eterna de colusión y manejo del mercado por parte de la industria se agrava con el cuestionamiento del corral de engorde en manos de la misma. Se ha dicho que hay países que prohíben que un frigorífico sea propietario de “feed lots”, pero nadie ha dicho cuales países. No son los Estados Unidos como se menciona, al menos no hay ninguna ley federal que establezca limitaciones en ese sentido. Como sea resulta muy difícil de controlar una prohibición de estas características, porque sería fácil de ocultar el propietario último de los ganados. Pero además, el ganado de corral tiene sus destinos acotados según las condiciones de los distintos mercados.

En definitiva, desde el Estado se debe garantizar que el mercado sea transparente otorgando al mismo las libertades de comercialización para todos los involucrados. Libre exportación en pie sin duda y control riguroso mediante la trazabilidad del destino de los ganados según sea el sistema de producción del que provienen. Los instrumentos institucionales para verificar esto operan y han demostrado que son confiables. Después no hay más nada que hacer, salvo convivir con las acusaciones y desconfianzas que persistirán por siempre.

Lo insólito es que mientras los actores claman por mercados libres y transparentes un trasnochado legislador ha vuelto al tapete con la propuesta de un Frigorífico Nacional… El tema también parece dar para la pavada...