Netanyahu y los votos de la ciudadanía árabe

La directora de Semanario Hebreo, Ana Jerozolimski, publicó un editorial sobre la situación política de Israel que deseamos difundir.

Se acercan las elecciones del 9 de abril, falta ya menos de un mes, y sinceramente, estoy deseando que pasen. No para que la situación se estabilice y ya sepamos qué sucede. Eso claro que también es importante por cierto. Pero quiero que ya pasen para ver si después, el Primer Ministro Netanyahu , independientemente del resultado de la votación, calma su discurso divisivo y nocivo en el plano interno.

Expliquemos ante todo cuál ha sido la secuencia de los últimos hechos.

Antes de analizarlo, aquí va la reciente secuencia de los hechos. Nos valemos para ello de varios fragmentos de la excelente nota de Sal Emergui en El Mundo de España.

“Vayamos al relato cronológico. En una entrevista al Canal 13, la ministra y allegada a Netanyahu, Miri Regev siguió la línea electoral de su partido (Lilkud) avisando que el nuevo partido centrista liderado por Benny Gantz y Yair Lapid es de izquierdas y que sólo podría tener mayoría de votos en la Knésset para formar Gobierno si pacta con los partidos árabes. No lo dijo como información, sino como crítica. La popular presentadora de televisión y actriz israelí, Rotem Sela, se indignó y preguntó en su cuenta en Instagram: "¿Cuál es el problema con los árabes? También hay ciudadanos árabes en este país. ¿Cuándo demonios alguien en el Gobierno transmitirá al público que Israel es de todos sus ciudadanos y que todas las personas nacieron iguales?".

Regev contestó en Facebook: "Rotem, no tenemos ningún problema con los árabes y en nuestro partido tenemos no pocos miembros árabes, drusos y cristianos". La dirigente derechista acusó a Gantz y Lapid de querer ocultar que formarán un bloque con "partidos que no reconocen a Israel"- en alusión a las facciones árabes israelíes- para evitar la formación del nuevo gobierno de Netanyahu.

Pero cuando la polémica parecía que se iba quedar en las aguas de las redes sociales y como máximo como un capítulo más en las habituales polémicas de Regev, Netanyahu intervino para convertirlo en asunto político y electoral. Primero en Facebook y después al inicio de la reunión semanal del Gobierno, el líder conservador envió un mensaje a Rotem pensando básicamente en las urnas del 9 de abril.

"Quiero aclarar un punto que al parecer no ha quedado claro a algunas figuras públicas israelíes, un poco confundidas. Israel es el Estado judío y democrático. Esto significa que es el Estado-nacional del pueblo judío y solamente suyo. Por supuesto respeta los derechos individuales de todos sus ciudadanos, judíos y no judíos por igual, pero es un Estado-Nación y no de todos sus ciudadanos sino solamente del pueblo judío", dijo Netanyahu destacando que su Gobierno es el que más ha dedicado presupuestos al sector árabe israelí”.

Hasta aquí la descripción exacta de nuestro colega, en cuya nota hay además varios elementos de color planteados con originalidad, como es típico de su pluma, por la intervención desde Hollywood de la conocida Mujer Maravilla, o sea la actriz israelí Gal Gadot, en apoyo a Rotem Sela.

Israel es el Estado nación del pueblo judío. La definición desde un punto de vista nacional, pasa por la identidad judía. En este sentido, claro que la mayoría judía es clave, esencial. Es el único Estado del mundo cuya definición básica está ligada a su identidad judía, mientras hay decenas de carácter islámico.

Pero la inafortunada frase de Netanyahu diciendo que “no es de todos sus ciudadanos sino solamente del pueblo judío”, no aporta absolutamente nada, es ofensiva y da una sensación de alienación del 20% de la población, los árabes israelíes.

Defendemos claramente la mayoría judía del Estado de Israel. En este sentido, es lógico que se quiera formar coalición basada en una mayoría judía. Pero entre eso y presentar como amenaza al Estado la eventualidad que una coalición opositora tome en cuenta también a los partidos árabes-lo cual ni siquiera es seguro que la oposición haga-hay una diferencia abismal.

Para intentar manchar a su principal adversario, el ex jefe del ejército Beni Gantz, Netanyahu trata de quitarle legitimidad con dos argumentos centrales: presentándolo como “izquierda débil” aunque no es izquierda y afirmando de antemano que su intención es formar coalición con los partidos árabes.

La crítica a muchas de las posiciones adoptadas por diputados árabes en el parlamento israelí, la Kneset, es legítima, porque varios de ellos suelen manifestarse de una forma que hasta puede ser interpretada como apoyo al terrorismo. Especialmente notorio es el caso del partido Balad, que se opone explícitamente a Israel como Estado del pueblo judío, que rehusa ver en Hamas y Hizbala organizaciones terroristas y cuyo jefe anterior tuvo que huir a Catar cuando entendió que estaban por detenerlo por sospecha de contactos con el enemigo.

Pero también el muy inteligente Ahmed Tibi, médico, de buen relacionamiento con muchos parlamentarios judíos, ha sido filmado hablando loas de los “mártires”, lo cual en terminología israelí es simplemente el equivalente de terroristas. Y los ejemplos serían numerosos.

El problema es que entre criticar la línea radical de los diputados árabes y el mensaje general del discurso de Netanyahu que deja la sensación que los votos de la ciudadanía árabe toda (el 20% del país) son ilegítimos, hay diferencia.  Apela al mensaje más bajo para ganar votos de sectores conservadores, tratando de transmitir miedo sobre qué pasará si gana la oposición.

Es como dice una conocida frase: el tono hace la música.

Y el tono de Netanyahu en la campaña apunta a dividir, a sembrar miedo. Lo hizo también en las elecciones pasadas. Consideramos que es nocivo. Es más: contradice la naturaleza misma de Israel, una democracia en la que los árabes pueden resultar electos al Parlamento y desde allí criticar con libertad cualquier política gubernamental.



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