Más incentivos y menos impuestos

Por Matias Marino

¿Por qué en vez de castigar, no apelamos al espíritu competitivo para inducir cambios culturales?

Podemos decir que los pequeños grandes problemas de las civilizaciones modernas son aspectos que van desde los accidentes de tránsito —que se cobran en Uruguay unas 500 vidas por año— y los problemas ambientales (cuyos efectos verán las generaciones venideras), los cuales van desde la basura en la calle hasta la contaminación industrial.

Los gobiernos han tendido a abordar estos temas mediante los impuestos. Que no es otra cosa que decirle a la gente “Pagarás por tus errores”. Esta pedagogía ha demostrado no dar grandes resultados, así como la pedagogía de la prohibición (con el alcohol, por ejemplo).

De lo que no hay duda es de que estos problemas tienen que solucionarse de alguna manera. Para ello debemos entender que los individuos —racionales y egoístas— actúan a través de incentivos. Es decir, que miden los pro y los contra antes de realizar una determinada acción, atendiendo a sus propios intereses.

Es por ello que hasta ahora los impuestos son utilizados como incentivos negativos a la hora de tirar basura, realizar contaminación en los ríos y conducir en estado de ebriedad.

Algunos países europeos e incluso los EEUU, comenzaron a utilizar el “consumo conceptual” para combatir estos problemas. El mencionado concepto nos dice que el incentivo de las personas a consumir no viene dado —en su mayoría— por una necesidad, sino que buscamos un estímulo, e incluso la construcción del “yo social”.

Una camioneta 4 x 4, además de solucionar un problema de locomoción, muestra el poder adquisitivo o nivel socioeconómico. Consumir determinada gaseosa responde no a su sabor, sino más bien a la campaña de marketing detrás que prefiguran la respuesta sensorial al sabor de la bebida (consumo de status y expectativas)

Entonces, si logramos instalar los conceptos de “buen conductor” y “protector del ambiente” otorgando desde calcomanías para los autos o facturas de diferente color, teniendo en cuenta cual es mi “compromiso con el ambiente”. Esto, que si bien parece surrealista se aplicó hace diez años en Chicago (según la revista Harvard Business Review). La estrategia consiste en poner calcomanías en las cuentas de la luz (una o dos). Mientras más tengas, más ecológico eres. Eso generó una sana competencia entre los vecinos por el podio del “más ecológico” del año.

En definitiva, la transformación de las sociedades no se realiza recurriendo a estrategias lacónicas como el recurso impositivo, el cual muchas veces enmascara teleológicamente más la necesidad de recaudar que un cambio cultural.



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