Martínez el rapidito

En el imaginario de muchos montevideanos —y no sólo montevideanos— el Intendente capitalino Ing. Daniel Martínez es un gran ejecutor y un hombre cercano a los ciudadanos, que si no ha podido más ha sido por la pesada herencia recibida. A ello contribuyen una actitud bonachona, un discurso que dispara palabras como con una metralleta y su rapidez para recordar que sus predecesores se equivocaron feo.

La “verdad verdadera” es muy distinta, sin embargo. En tiempos de posmodernidad, en que “la imagen lo es todo”, Martínez cabalga bien, pero el observador avezado puede detectar fácilmente que su palabrerío es sólo eso: palabrerío despojado de sustancia. Y lo peor: su pasaje por la actividad pública ha sido sistemáticamente deficiente.

Hoy todos le cargan las tintas a Sendic —y con razón— por el desastre de ANCAP. Pero es injusto que el “licenciado” se lleve él solo todas las pedradas. El que comenzó con el desastre “ancapiano” fue el mismísimo Ing. Daniel Martínez.

Fue el Ing. Martínez quien, como presidente de ANCAP, tuvo la “genial” idea de eliminar la gerencia general para concentrar en la persona del presidente del ente todo el poder de gestión en el marco de un “comité de dirección”. Restablecer ese cargo y eliminar el “comité de dirección” fue de las medidas que el nuevo directorio de ANCAP, que asumió el año pasado, entendió más necesarias y lo hizo casi de inmediato.

De paso, la supresión de la gerencia general (cargo imprescindible en cualquier empresa del porte de ANCAP) fue dispuesta por Martínez luego de un prolongado conflicto en el sector súper-gas, haciéndole pagar los platos rotos a Sergio Lattanzio, el entonces gerente general, en una medida clásica del ingeniero de marras: sacarse la responsabilidad política de encima. Que se sepa, el conflicto en el súper-gas se ha renovado apenas llegan los primeros fríos, con y sin Lattanzio.

Martínez también tuvo otra maravillosa idea en ANCAP. El entonces Ministro de Industrias, Jorge Lepra, sugirió enfáticamente al ente desprenderse de dos negocios en Argentina: la red de estaciones de servicio y la petroquímica Carboclor. Contra la sensata opinión de Lepra, el directorio liderado por Martínez insistió en conservar la ya problemática petroquímica. Y Carboclor, luego de años de pérdidas millonarias terminó pidiendo un concurso de acreedores preventivo en diciembre del año pasado.

Martínez fue también pionero en eso de incrementar los precios de los combustibles aunque el precio del petróleo bajara. Y como Ministro de Industrias, Energía y Minería siguió prohijando esa política recaudatoria, destinada a tapar los agujeros que ya empezaban a producirse en el ente petrolero.

El maravilloso ingeniero también fue responsable de bloquear el progreso por puras razones ideológicas. Cuando las empresas de cable de todo el país postularon para ofrecer a través de la red de coaxil el llamado “triple play” (trasmisión de voz, datos y televisión), Martínez se encargó de bloquearlo y fue remplazado por un estatal “Plan Cardales” que, como era previsible, nunca llegó a funcionar. Más tarde el propio Martínez confesaría en una conferencia en la sede del Partido Socialista que lo hizo para defender el monopolio de ANTEL.

Martínez fue, además, quien introdujo a Ancap en los oscuros negocios con Venezuela, procurando una explotación de petróleo en el Orinoco que nunca se concretó, porque se trata de un petróleo muy pesado, pero que lamentablemente inauguró la trama de extraños vínculos con el país caribeño. Es de esos años el extraño asunto del “valijero” Antonini Wilson.

¿Y qué decir de lo que ha sido la gestión de Martínez como Intendente?

Es cierto, claro, que recibió una pesada herencia de sus antecesores, ¿pero acaso éstos no eran su conmilitones, aunque pertenecieran a otros sectores de la coalición? ¿Acaso el PS, su propio partido político, no había participado de los sucesivos gabinetes departamentales desde 1990 en adelante?

Y lo más importante: ¿él no sabía nada? En eso reproduce siempre el mismo cinismo que aplican Vázquez y Astori respecto de la administración Mujica: ellos no tuvieron nada que ver.

Más allá de eso, que no es menor, ¿qué obra relevante se ha llevado a cabo en Montevideo desde que Martínez asumió la Intendencia en 2015? Nos endeudó a todos los montevideanos con el “Fondo Capital” a poco de andar, pero aún estamos por ver una sola obra financiada por esa deuda. Transcurrió todo 2016 y todavía no aparece nada. Ni siquiera aparecieron las auditorías que prometió en la campaña electoral, dirigidas —nada menos— a “borrar la corrupción de la Intendencia”.

Se puede decir que las únicas cosas relevantes llevadas a cabo por Martínez Intendente han sido, además de someternos al mencionado endeudamiento (para evitar enfrentarse a ADEOM), subir dos veces el boleto, contrariando otra promesa electoral. Promesa que él mismo ha calificado de “tontería”, como si hubiera sido un pecadillo menor. ¿Romper el contrato implícito entre elector y elegido es una “tontería”?

Sólo en este somero repaso de la actividad de Daniel Martínez como gobernante se advierte que estamos ante la caricatura que la gente (injustamente cuando se generaliza) de los políticos: puro “blablablá” e ineficiencia. Pero habrá más para este boletín...



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