A ocho meses de aprobada la ley que legalizó la marihuana, andan el gobierno y su novel IRCCA, la nueva burocracia de la droga, dando vueltas confundidos sobre la puesta en marcha del sistema.
Como se sabe, antes de analizar ningún costo, en el improvisadero delirante que precedió a la ley, ya se estableció que la droga se vendería a un dólar el gramo a efectos de competir en precio y calidad con el narcotráfico. Nadie había estudiado el costo, pero ya se arrancó con un precio fijo. Dijimos entonces que no nos extrañaría que termináramos subsidiando la plantación y no gravándola, como se hace con el tabaco y el alcohol, los vicios sociales más difundidos.
Ya se han hecho los llamados a productores y se han presentado 27, de los que aparentemente se elegirán cinco. Pero ya se está hablando que instalar invernáculos y organizar la producción es imposible con un dólar. Es más, uno de los empresarios presentados se pregunta, con toda tranquilidad, que no se sabe bien quién se hará cargo del agua y la electricidad de los invernaderos, como si fuera obvio que es el Estado el que debe hacerlo.
Nos estamos aproximando al delirio, pues. Que la marihuana pague menos impuestos que la leche larga vida ya es un escándalo. Mientras el tabaco y los alcoholes pagan enormes cargas de impuestos (y nadie las discute) la marihuana corre rauda y ahora estamos ya en el vestíbulo de un reclamo de subsidios.
Que el contribuyente uruguayo pague impuestos para que haya marihuana disponible, nos instala directamente en un país afiebrado. ¿Qué podrán decir los productores de todo lo que nuestra agricultura produce, cuando ya se está hablando de que el Estado se haga cargo de la energía eléctrica, insumo carísimo del cual se queja toda la economía exportadora del país?
Esperemos que no se confirmen estas primeras aproximaciones al tema, pero gente que ya se ha presentado es la que ha hablado en el diario “El País” de esa posibilidad. Nos cuesta creer que atravesemos ese umbral, pero como ya nada nos asombra en la “ínsula de Barataria” que conduce nuestro glorioso Pepe, quedamos atentos a la espera. Esperando sin fumar...
