Los platos de Bergara

El titular del Banco Central, Mario Bergara, es un muy buen expositor. Lo demostró días pasado en uno de los clásicos encuentros de ADM donde brindó una exposición titulada “Inflación, competitividad y platitos chinos”.

En la ocasión señaló que sus críticos son fundamentalistas por señalar que los objetivos de bajar la inflación y mantener un tipo de cambio competitivo son contradictorios en el escenario actual (tal como lo ha venido sosteniendo hace tiempo nuestro columnista Santiago Torres).

Bergara sostuvo que ese análisis puede ser “muy sexy desde el punto de vista mediático, le hará la vida más fácil a los analistas para comunicar cosas, pero es totalmente erróneo”. Y lo graficó apelando nuevamente a la metáfora de los platitos chinos: hay que mantenerlos girando a todos: inflación, competitividad, estabilidad financiera, salarios reales, etc.

Lo que la alegoría china de Bergara deja de lado es que sus instrumentos se han acotado por el gran problema que él eludió durante su exposición: el elevado gasto público y el enorme déficit. Con menos problemas fiscales, el equipo económico tendría mayor margen para mantener girando varios platitos chinos. En el presente escenario fiscal, que está complicado, como lo han señalado reiteradamente el Presidente y el Ministro de Economía, tantos platitos no se pueden mantener y empiezan a caerse porque se va quedando sin varillas para que giren: si se atiende a unos, los otros se hacen añicos en el piso inevitablemente.

En su hábil intento por entreverar las cartas, el presidente del BCU negó la perdida de competitividad (por enésima vez) y afirmó a ese respecto: “No estamos tan claro con eso. Es difícil argumentar que sea un problema estrictamente cambiario. No vemos un problema serio en la competitividad”.

Muy hábil, pero Bergara sabe de sobra que lo cambiario es sólo un aspecto de la competitividad. Él las refiere como equivalentes pero ahí se pisó el palito: en este escenario de rigideces fiscales sí terminan siéndolo. Por eso él hace esa ecuación.

La competitivdad está dada por muchos otros factores: presión tributaria, estabilidad jurídica, productividad, calidad de recursos humanos, etcétera, etcétera y, sí también, el tipo de cambio.

Con la magnitud del déficit fiscal y una sostenida caída en la recaudación, ¿qué margen existe para reducir la presión tributaria? ¿Cómo va a convencer Bergara a los sindicalistas uruguayos que sin márgenes de rentabilidad razonable no sólo no habrá inversiones nuevas sino “desinversión” y que hostilizar hasta el salvajismo a los empresarios no contribuye a mantener las fuentes de trabajo? Si casi todos los otros factores que contribuyen a definir la competitividad son prácticamente inamovibles, el único instrumento disponible es, entonces, el cambiario. Pero si hace girar el platito cambiario, se le viene al piso el platito del control inflacionario. Y si atiende éste, se le viene al piso el tipo de cambio nominal (la única herramienta que políticamente hoy le queda para mejorar la competitividad).

Muy ingeniosa la retórica de Bergara, pero con ingenio verbal no evitaremos casos como el de Ecolat o Chery-Socma.




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