Los engaños del Pepe Mujica

La venta de marihuana en las farmacias es noticia en el mundo, pero no es seguro que resulte eficaz para combatir el delito ni para disminuir el narcotráfico.

José Mujica tiene una demostrada capacidad para cautivar a un sector de la opinión pública y para lanzar ideas de apariencia novedosa, pero ese indudable carisma no pudo trasladarlo a la gestión de gobierno, donde acumuló  fracasos que el país todavía está pagando, como el desastre de Ancap, la deficitaria administración del Fondes, el cierre de Pluna, la regasificadora y tantos otros hechos que podrían mencionarse, sin olvidar la lista de las quimeras inconclusas, como el puerto de aguas profundas o el Tren de los Pueblos Libres.

A esos antecedentes se suma la evidencia de que la ley sobre la producción y consumo de marihuana tiene una historia polémica. La idea surgió, como se recordará, en 2012, ante un embate de la delincuencia y la violencia. El asesinato de un trabajador en una pizzería, captado por las cámaras de seguridad y reproducido en todos los medios, provocó un estado de alarma en la población, ante lo cual el gobierno realizó un cónclave que durante tres meses estuvo analizando una serie de iniciativas dispares, tras lo cual se propusieron 15 medidas para una “Estrategia para la vida y la convivencia”, muchas de ellas sin vigencia aún y otras sin ninguna efectividad. De ese paquete surgió la propuesta de cambiar las reglas sobre la marihuana para combatir el narcotráfico y la delincuencia.

El proyecto se estudió durante 2013 y se convirtió en ley a fines de 2014. La notoria reticencia del Presidente Vázquez demoró la aplicación de la ley, ya que se puso en marcha la producción y el funcionamiento de los clubes canábicos, pero la venta en las farmacias recién se hizo efectiva ahora, dos años y medio después. Quiere decir que la propia génesis y vigencia de la ley han resultado traumáticas.

A ese nacimiento entreverado se suman otras contradicciones. Es muy raro que un gobierno que ha tenido una exitosa política de limitación del tabaco y que se dispone a hacer lo mismo con el alcohol, promueva el consumo de marihuana. El Frente Amplio le traslada así a la sociedad sus propias diferencias internas, con la consecuencia muy negativa de que el país no tiene hoy una política clara, definida y permanente en la materia crucial del combate a las drogas y a las adicciones.

También es harto dudoso que el complejo aparato estatal que se ha creado sea exitoso en el futuro. Lo que hoy aparece como una novedad puede terminar siendo un pesado sistema, proclive a la burocracia y, sobre todo, a la corrupción. Nada indica que esta nueva burocracia vaya a escapar al destino que han tenido las otras; antes bien, todo lo contrario dada la naturaleza misma del asunto que gestiona.

Tampoco está garantizado que el experimento sea eficiente para combatir el narcotráfico. Habrá que esperar un tiempo, naturalmente, para hacer una evaluación rigurosa, pero una cosa es la marihuana y otra cosa son las drogas pesadas, la cocaína, la heroína y, muy especialmente, la pasta base, que son las materias sustanciales del tráfico ilegal. Tampoco la legalización dispuesta va a asegurar que no haya un mercado negro con la marihuana, lo que dependerá de la evolución de los precios y de circunstancias que el Estado no domina.

Es además muy dudoso que haya un vínculo directo entre el consumo de marihuana y el delito. Los “pibes chorros” que matan a mansalva a sus víctimas, sufren la consecuencia de las drogas pesadas, no de la marihuana. También en este aspecto habrá que esperar un período para hacer una evaluación más precisa, pero tendemos a pensar que no habrá ningún impacto.

Finalmente, la señal que ha dado el Estado es muy negativa y ya se ha confirmado el efecto contrario al que se dice buscar, porque ha crecido notoriamente el consumo de marihuana. Los perjuicios en la salud psíquica y física de los consumidores no pueden discutirse, así como no pueden discutirse los efectos negativos del alcohol o del tabaco, pero en el primer caso —y la ley ha sido clave para ello— la percepción del riesgo es cercana a cero. En esta materia, es claro que el país está experimentando un retroceso.

No volcamos estas consideraciones en nombre de ningún sentimiento conservador o reaccionario. Como batllistas, adherimos a los cambios, a los nuevos caminos y a las experiencias que amplían los espacios de libertad de las personas y hemos apoyado desde estas páginas otras iniciativas de Mujica como el matrimonio igualitario o el aborto. Deseamos además que esta ley tenga éxito y que realmente la experiencia sea positiva. Pero más allá de la fama pasajera que el asunto ha provocado, creemos que estamos ante una política equivocada y aventurera.



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