Los dos Pepes

La conferencia brindada por el lingüista estadounidense Noam Chomsky dejó en evidencia que el ex presidente Mujica no inauguró aquello de hablar para agradar a la tribuna ocasional. En todo caso, ha sido un aventajado alumno de esa vieja escuela de degradación cívica.

El pasado lunes 17, en el Salón Azul de la Intendencia de Montevideo, el célebre lingüista y catedrático del Massachusets Institute of Technology (el no menos célebre "MIT") brindó una conferencia titulada "Los desafíos de construir democracias solidarias". Como el lector advertirá, un título al gusto de las progresías regionales, que gustan de ponerle apellidos que "suenen bien" a la democracia, al punto que uno no termina de saber si el mismo le fue sugerido por sus anfitriones locales (el Frente Amplio) o Chomsky —conocedor del paño— se anticipó a satisfacer los caprichos retóricos de éstos.

Noam Chomsky, de 88 años, es —eso es indudable— un lingüista de relevancia mundial y por muy buenas razones. Su propuesta teórica, que ubica a la sintaxis en el núcleo de la investigación del lenguaje (la llamada "gramática generativa"), así como su postulación del carácter innato de la adquisición individual del lenguaje, por lo cual la gramática constituye un sistema cognitivo autónomo, fueron aportes —esos sí— auténticamente revolucionarios.

Ahora bien, que Chomsky sea un lingüista de primera magnitud no lo hace un sabio en el resto de los campos del saber. No es cierto, como se ha dicho, que sea un filósofo. Mucho menos, un politólogo. Ni siquiera un analista político riguroso. Él, tal vez, se ha terminado de creer todo eso, pese a sus sucesivos pronósticos fallidos y su adhesión a regímenes políticos que han resultado, además de escandalosos fracasos, no menos escandalosos oprobios. A horcajadas de su apolillado discurso de izquierda, que recorre puntualmente todos los viejos fetiches "progres", ha conseguido una claque académica, política y mediática que —por los más diversos motivos— se dedica a batirle el parche y festejarle su colección de dislates.

Es en ese marco que Chomsky brindó su show en Montevideo, invitado por el Frente Amplio y que la televisión pública trasmitió durante dos horas, sin interrupciones, pese a constituir un acto rigurosamente oficialista. A tal punto lo fue que el acto lo abrió Javier Miranda, presidente del Frente Amplio, seguido por el ex Presidente Mujica y por el sociólogo Agustín Canzani, presidente de la Fundación Líber Seregni, la cual —como señala el ítem "Quiénes somos" de su web oficial— constituye "un instrumento al servicio de la generación y difusión de ideas, vivencias y espacios de encuentro de la izquierda uruguaya, identificada con el Frente Amplio". Es imposible, en este sentido, preguntarse si la televisión pública dedicaría idéntico espacio a difundir la visión de pensadores con sesgo opuesto al de Chomsky. ¿Trasmitirían una conferencia de Ron Paul, de Hans Hermann Hoppe o, sin irnos tan lejos, de un Javier Milei? ¿O alguna actividad cultural organizada por un partido político de la oposición...? Por estos días estuvo en Montevideo el economista liberal argentino José Luis Espert —no menos controversial pero seguramente más sólido que Chomsky— pero TNU no entendió de interés trasmitir la conferencia que brindó en el Hotel Sheraton...

En lo que hace a la conferencia en sí, Chomsky hizo un recorrido histórico de la política mundial, terminando en un diagnóstico apocalíptico y sus habituales condenas al "neoliberalismo" y "las corporaciones" (muchas de las cuales le han endiosado, dicho sea de paso). Para Chomsky el hecho objetivo de que el capitalismo haya sacado de la pobreza, en poco más de un siglo, a la mayor cantidad de personas desde que el hombre está en la Tierra y que —por el contrario— la experiencias socialistas hayan terminado invariablemente con mayor cantidad de pobres que antes, sacrificando por el camino derechos y libertades, no conmueve al intelectual estadounidense. Otro tanto puede decirse sobre su alarma por catástrofes ambientales, las mayores de las cuales han ocurrido en los países donde se aplicó el socialismo, como el vaciamiento del Mar de Aral en Asia Central en tiempos de la desaparecida Unión Soviética.

Tal vez en el único momento en que Chomsky decidió "jugársela" ante su audiencia —aunque ma non troppo como se verá— fue cuando aludió al fracaso de las izquierdas latinoamericanas en dos planos.

Por un lado, criticó "la falta de capacidad de liderazgo para evitar los nivel de corrupción endémica en América Latina", aunque omitió referirse a ningún caso en particular, no fuera cosa de disgustar a su audiencia uruguaya mencionando a Maduro, a quien no se ha privado de criticar duramente en otras ocasiones, o a Lula, de quien Chomsky se distanció tempranamente hace más de una década.

Por otro lado, Chomsky aludió críticamente —como lo viene haciendo hace tiempo— en el error de apostar a la producción primaria por parte de los gobiernos de izquierda regionales ("se exageró", señaló) al compás de la demanda china.

Como es sencillo de advertir, el norteamericano cumplió su papel. Dijo lo que tenía que decir para dejar a su audiencia satisfecha, omitiendo detalles que pudieran incomodarla.

Junto a Chomsky vino al país también el productor mexicano Saúl Alvídrez a efectos de filmar un documental sobre Mujica y Chomsky como representantes de la "sabiduría" del norte y del sur. La sabiduría está por verse, pero no cabe duda de que, además del "Pepe del Sur", también hay un "Pepe del Norte", ambos expertos en el arte de agradar públicos.



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