La desproporción

Un día sí y otro también, se observa en nuestra sociedad una tendencia a la desproporción entre las causas y los efectos de problemas o incidentes que se plantean. No se analizan las pérdidas económicas. Se actúa como si no existieran. Por supuesto, tampoco se toman en cuenta los derechos de los demás. Cada uno ejerce su poder a su arbitrio, en nombre de derechos que normalmente existen pero que requieren respuestas más proporcionadas a la dimensión de los problemas.

Hace un par de meses, sin ir más lejos, un pequeño incidente en un partido de tercera división de la Liga B, paralizó el fútbol porque un árbitro, que estaba de particular y había acudido simplemente acompañar a su novia (árbitro ella), merecía esa medida de solidaridad por haber sido golpeado en una riña menor. No alcanzaba con detener los partido 10 minutos y leer un proclama o, al empezar cada partido. detener el encuentro brevemente. Había que parar la actividad, sin medir el daño económico de quienes luego tienen que pagarle sus honorarios a esos mismos árbitros...

Para seguir con el fútbol, estos días vemos la seguidilla de partidos suspendidos, entre y fin de semana, con la consiguiente merma de recaudación. Ha sido la consecuencia de una paralización decretada por un grupo de futbolistas, que podrán tener razón en algunos de sus reclamos, pero que, en vez de agotar sus recursos gremiales y administrativos, se lanzan directamente a la suspensión. ¿No advierten hoy que así se desalienta al público, ya escaso en los espectáculos? ¿No se dan cuenta de que una presentación inteligente de sus reclamos les daría más beneficios que privar a la gente de su entretenimiento y someterla luego a este calendario irregular y antieconómico?

Si nos vamos a la vida gremial, Conaprole sufrió la detención de una planta principal durante tres días por el “abuso” de disponer que un funcionario hiciera la suplencia del chofer de una camioneta durante un corto lapso. Hasta llegó a dificultarse la distribución de leche. Naturalmente, la empresa no podía sufrir la consecuencia por un tema menor y buscó una solución, pero de este modo se va comprometiendo la productividad, la ética del trabajo y la facultad de conducir la empresa por sus autoridades legítimas. En el caso, además, donde no hay ningún “capitalista explotador”. Caso no diferente al que hace algunos años también involucró a Conaprole, a quien se le impidió despedir a un empleado al que se había grabado robando.

La situación en la educación es ya reiterativa. Cansa seguir hablando de los paros totalmente desproporcionados. Si una madre desaforada le da una cachetada a una maestra, no hacemos una hora de jornada para mostrarle a los niños el error de la violencia. No les decimos nada. Simplemente paramos toda la educación y los niños encantados con la licencia inesperada. O sea, el efecto pedagógico estrictamente contrario al que se buscaría con la medida.

Ayer tuvimos otro paro, pero esta vez en el marco de una “jornada continental por la democracia y contra el neoliberalismo”. Se anunciaba la visita de Lula, el presidente que comandó —sin dudas ni debate— el gobierno más corrupto de la historia de Brasil. Más allá de si existió o no enriquecimiento personal, eso es indiscutible y al PIT CNT no le dice nada. El saqueo de Petrobras y la inocultable sociedad personal de Lula con Odebrecht, aparentemente no molesta. Sí, en cambio, le preocupa que “la llegada de la derecha en todo el continente, junto con la burguesía, ha significado un retroceso terrible a las políticas progresistas y esa llegada al poder ha sido de distintas formas, a través de golpes de estado parlamentarios como el de Temer o por el voto de la gente como Macri en Argentina”. Se ignora olímpicamente el desastre económico de Cristina Kirchner, su autoritarismo y corrupción, mientras se condena el voto popular a favor de Macri, que —dos años después de asumir— acaba de reiterarse en forma rotunda en la reciente elección parlamentaria. También se califica de “golpe de Estado” un juicio político constitucional y llevado adelante con toda parsimonia por el Parlamento brasileño a lo largo de un año y medio; ignorando también que Temer recibió un país en plena recesión y hoy ya se advierte algún crecimiento y creación de empleo.

Todo es desproporcionado, insistimos. En los casos en que hay alguna razón o en los otros, pero siempre la desmesura, cuyas consecuencias ni se evalúan. No se miden las consecuencias sobre la productividad, sobre la competitividad del país, sobre el desaliento a la inversión, sobre los daños directos que se producen. Un paro parcial cuesta plata y mucha, porque bien sabemos que ese es un día de asueto general... Algunos trabajadores lo tomarán a diversión, pero la verdad es que esta actitud constante termina perjudicando, antes que a nadie, a esos mismos trabajadores, a los que al final se le cercenan posibilidades.



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