La democracia en la Universidad de la República: “Expectativas y disputas”

“1985: expectativas y disputas en torno a la nueva democracia” es el título del seminario organizado por la Universidad de la República del que la mesa denominada “Usos y sentido de la democracia en la transición” reunió al ex Presidente de la República Julio María Sanguinetti, al historiador Gerardo Caetano, al director de “La Diaria” Marcelo Pereira y al politólogo Luis Eduardo González.

Abrió el fuego el sociólogo Luis Eduardo González, que comenzó por definir a la democracia, reconociendo como esenciales a ella la realización continuada de elecciones libres, la rotación de partidos y el ejercicio de las libertades cívicas. Sustancialmente, es un conjunto de reglas básicas, dentro de las cuales podrá haber matices, pero sí mínimos esenciales. Desde ese ángulo estimó que en estos años el país alcanzó una “razonable democracia” y que quienes en su tiempo descreyeron de la misma “estaban equivocados”. Eludió la hipótesis de los “demonios”, porque consideró que nuestros guerrilleros no eran Satanás, aunque estuvieran equivocados. Los militares, a su vez, serían “brutos”, pero tampoco demonios: en tiempos en que no se daban cursos de Derechos Humanos, enfrentaron lo que vieron como un riesgo de sistema cubano y lo hicieron a su modo. Comparó la vida democrática como parecida a la de los años 60, lo que luego sería rechazado por el profesor Gerardo Caetano, quien estimó que entonces había hasta organizaciones neonazis que amenazaban al sistema, cuando hoy éste no vive riesgos de esa índole.

El periodista Marcelo Pereira, de La Diaria”, discrepó con el concepto de González, estimando que la democracia no es solo “un conjunto de reglas acordadas y absolutas”, sino que también hace a otras dimensiones, como las sociales y económicas. Refiriéndose específicamente a la transición, hizo mención al wilsonismo y como el mismo había quedado fuera de juego no solo por lo político sino por una racionalidad que había soslayado emociones, como la que asentaba ese movimiento. Se lamentó de que lo conveniente hubiera estado encima de esas emociones, razón por cual estimó que la caducidad había puesto lo político sobre lo jurídico.

El profesor Caetano afirmó la coincidencia básica que hoy existía sobre el sistema democrático, incursionó en las definiciones doctrinarias al respecto pero valoró lo que el país había alcanzado. Insistió, sin embargo, en que el historiador no puede quedarse con tomar los hechos como fueron y no pensar en otras hipótesis que, cotejadas, pudieron mostrar otros escenarios posibles. “No se trata” —afirmó— “de hacer historia contrafactual, pero sí de ponerse por delante conjeturas válidas, sobre otras opciones que pudieron darse”.

En este concepto estribó Sanguinetti para establecer que, por el contrario, la historia está para narrar los hechos tal como acontecieron, contextualizarlos e interpretarlos con los parámetros de cada tiempo. Entrar en el terreno de las conjeturas puede llevar a cualquier lado, señaló, ejemplificándolo: “si Blücher hubiera llegado más tarde, de pronto Napoleón ganaba Waterloo, pero llegó, Napoleón fue derrotado y eso es lo que hay que narrar y analizar”. Desde ese punto de vista, estimó que también en la salida de la dictadura uruguaya pudieron haber ocurrido otras cosas, pero no ocurrieron y lo que importa es que el camino elegido permitió llegar a la democracia, a la plenitud de los derechos humanos y a una paz que permitía hoy debates como el que se protagonizaba con gente de orígenes diversos. Comparó el camino uruguayo con el argentino y el brasileño, destacando la peculiaridad de cada uno.

No habiéndose tocado el tema económico, Sanguinetti señaló que era necesario incluirlo, porque las democracias en los años 80, que preludiaban ya el fin de la Guerra Fría que había estado en su origen, se reconstruyeron en medio de acechanzas como la crisis de la deuda externa que había llevado al default nada menos que a México. Señaló que en Uruguay teníamos por delante una inminente crisis bancaria, una caída del PBI del 14%, con los riesgos consiguientes, una deuda externa impagable y un aparato productivo endeudado por el quiebre de la “tablita”. El Uruguay pudo vivir su transición, en medio de inflaciones del orden de 900% en Brasil y 500% en Argentina, donde el gobierno democrático de Alfonsín no pudo terminar justamente por la desestabilización económica.

Caetano y Sanguinetti discreparon sustancialmente en el tema de las amnistías. El primero sostuvo que Uruguay generó una lamentable “impunidad”, que la historia comparada muestra que no dio resultado y no logró comprar la paz con la justicia, que estos dos principios no son canjeables y que en esa materia el país debió buscar algún otro camino. Sanguinetti replicó señalando que habían existido crímenes del lado tupamaro, que justamente siendo 14 de abril no se podía ignorarlos porque en ese día de 1972 asesinaron al Profesor Acosta y Lara y a varios oficiales de la Policía y las Fuerzas Armadas. Y que todo había sido amnistiado en nombre de una paz que efectivamente se alcanzó, permitiendo así el ejercicio pleno de todas las libertades. En el mismo momento, señaló, Argentina no tenía un día de paz y, a la inversa, Brasil aceptó todas las amnistía de la dictadura, no juzgó a nadie y ha vivido en paz hasta hoy.

El público siguió con interés todo el debate, aplaudió a todos los participantes y, naturalmente, se habrá quedado con muchas interrogantes, porque los tiempos no dieron para tocar todos los aspectos en juego.



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