¿Justicia por mano propia?

Por Consuelo Pérez

La indignación que se produjo en la ciudad de Rivera después de que se encontrara el cuerpo de Valentina, la niña de nueve años que era buscada desde el pasado domingo y que apareció asesinada, no tiene antecedentes, según ha trascendido en los medios.

Se pudo apreciar a cientos de personas que se concentraron en los alrededores de la Plaza Artigas, donde se ubican las sedes del Centro de Justicia y la Jefatura de Policía, reclamando "Justicia" por Johana Valentina Walter, brutalmente asesinada.

Como muchas otras veces en casos similares, el confeso homicida había participado en las tareas de búsqueda.

En momentos en que lo llevaban detenido, la policía tuvo que sacar al “hombre” del lugar para evitar que se cruzara con la familia de la pequeña. En poco rato se organizó una manifestación, y varias decenas de vecinos indignados llegaron poco después del mediodía a los alrededores de la Jefatura, donde permanecía detenido el execrable ser.

Al grito de "Valentina, Valentina", los indignados ciudadanos exigieron a la Policía que entregara al homicida. Fue entonces que los efectivos de la Guardia Republicana impidieron a los manifestantes llegar hasta el individuo, colocando un vallado protector.

Supuestamente los seres humanos que vivimos en sociedad sabemos de nuestros derechos y obligaciones, y somos conscientes de que ocasionalmente convivimos con gente de apariencia normal que puede realizar abominables actos como el que tristemente nos ocupa, y que no es el primero.

Sabemos también que existe una Justicia, que se encargará de aplicar las sanciones que entienda pertinentes a los delincuentes apresados, y que deberían ser las más apropiadas para el caso.

Sin desmedro de ello, y dejando de lado la lógica sed de justicia por mano propia que invade a todo ser humano con sangre en las venas en casos como éste –y por favor, dejemos la hipocresía de lado– como seres pensantes y civilizados contenemos nuestra ira y dejamos la situación “en manos de la Justicia”.

Entonces, ¿por qué será que en redes, reuniones de vecinos, opiniones de gente mediática y de medios de difusión se exige “entregar el asesino al pueblo”?

¿No será que estamos hartos de ver homicidas, rapiñeros, ladrones, bestias como la que realizó este crimen y hasta asesinos seriales transitar alegremente por nuestras calles a veces después de un período de reclusión increíblemente corto?

Cuesta creer que si los que reclaman justicia por mano propia y que obviamente son una espeluznante mayoría –al menos de los que se expresan– tuvieran confianza en que la Justicia actuará en forma ejemplar, adoptaran esa actitud.

Por supuesto que no compartimos que esa opción sea digna de concretarse, pero no podemos dejar de entender –y de escuchar– a los miles de indignados ciudadanos que reclaman justicia. Porque parecería que, una vez confeso el asesino la tranquilidad espiritual debería confortarnos, y sin embargo es obvio que no es así.

No es creíble que los miles que adoptan esa actitud hayan descendido en su condición de ser humano al punto de solicitar lo que solicitan. Algo los lleva a ese comportamiento “de regresión”.

Sabemos que una persona puede cometer errores y transgresiones a las leyes, y supuestamente, si fue encarcelado por ello, en ese ámbito se podrá recuperar para su reinserción a la sociedad. Esa es la idea, aunque en casos como el comentado nos deja la amarga sensación de que los culpables “no son seres humanos”.

La reflexión que en consecuencia nos queda, y en lo que queremos pensar ante la inadmisible iniciativa de actuar por “mano propia” cuando se entiende que la Justicia no contemplará los aspectos de seguridad ciudadana de los reclamantes, es que la misma no es una búsqueda de confrontación y venganza, es, ante los hechos, una particular búsqueda de la paz perdida.



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