Huida y travesía europea

El verdadero papel de la idea de la tierra prometida es que la comunidad siga avanzando por el desierto y que no escuche a los que quieren retroceder, sostiene José Ignacio Torreblanca, editor de El País de Madrid de la sección Opinión. Reproducimos acá esa columna

Se cumplen 60 años del Tratado de Roma y, otra vez, una duda recorre la mente de los que se aprestan a acudir, física o mentalmente, a la celebración.

¿Son los días de aniversario los idóneos para la crítica y la reflexión acerca de lo que ha ido mal y cómo mejorar? ¿O son precisamente esos los días en los que hay que hacer un alto en el camino, respirar hondo, valorar lo recorrido y llenarnos de palabras que inspiren y conforten nuestro ánimo en la jornada que comenzará el día siguiente?

Habrán notado que la respuesta institucional siempre es la segunda. Y que la mayoría suele sumarse a ella, entusiasta o resignado, lo mismo da, porque al fin y al cabo la ceremonia es corta y el día pasará. Pero no será la primera ni última vez que mientras la Oda a la Alegría se eleva por la sala los asistentes crucen miradas de hastío ante el torrente de lugares comunes que suele inundar las celebraciones y discursos oficiales.

Los expertos lo llaman “relato” (aunque los niños, felizmente a lo suyo, prefieren el término “rollo”). Y para ser sinceros, es bastante bueno: habla de un continente que tras haber alumbrado la Ilustración se devastó a sí mismo (y al mundo) en dos ocasiones debido a un cóctel paranoide y asesino compuesto a partes iguales de nacionalismo y totalitarismo.

El relato prosigue narrando cómo al terminar la guerra los supervivientes se abrazaron y conjuraron en un hermoso “nunca más” que les llevó a crear la Europa que conocemos hoy. Pero lo mejor está por llegar. Porque la historia promete acabar con un final feliz llamado Estados Unidos de Europa en el que todos los pecados se redimirán y el nacionalismo habrá desaparecido de la faz del continente por siempre jamás.

Como en todos los relatos que constan de huida, travesía en el desierto y tierra prometida, los mayores del lugar saben que la tierra prometida o bien no existe o bien no será como se cuenta pero que conviene hablar mucho de ella. El verdadero papel de la idea de la tierra prometida es que la comunidad siga avanzando por el desierto y que no escuche a los que quieren retroceder. Paradójicamente, la idea de Europa reivindica la aspiración a la racionalidad de la Ilustración pero no deja de ser un acto de fe que hay que renovar periódicamente.



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