Helena Costábile
La muerte de la profesora Helena Costábile nos priva de un aporte intelectual de primera fila y de la amistad de una persona fina, cordial e inteligente
Egresada del Instituto de Profesores Artigas en Filosofía, Helena Costábile hizo toda la carrera docente, llegando por legítimo derecho a la Inspección Nacional en esa rama. Durante un tiempo estuvo encargada de la propia dirección del IPA. Fue también catedrática de la Facultad de Humanidades y del Instituto de Filosofía, Ciencias y Letras, así como conferencista en la Universidad Católica.
Era una docente vocacional, de esas que aman su profesión con espíritu de servicio e inquietud intelectual, convencida de que a los jóvenes no solo hay que ofrecerles conocimientos sino que también hay que formarlos en torno a los valores morales.
Conocía a fondo a cada uno de sus alumnos, a quienes se dedicaba con amor. Algunos de ellos han relatado estos días cómo Helena se les acercaba para conocerlos más profundamente y para rodearlos de cariño en momentos complejos de sus vidas.
Más allá de las aulas, la profesora Costábile desarrolló una importante tarea de investigación y divulgación filosófica a través de sus estudios sobre José Enrique Rodó, Carlos Vaz Ferreira, el venezolano Andrés Bello o los filósofos franceses del siglo XX. Por esas contribuciones recibió premios y distinciones, tanto a nivel nacional como de la Oea y de la Unesco.
Durante el último gobierno colorado y cuando el Dr. Leonardo Guzmán fue ministro de Educación y Cultura, la profesora Costábile ejerció la dirección de Educación.
Por su condición ideológica liberal, su vinculación con el Partido Colorado fue permanente. Casada con el profesor Oscar Amorín Supparo, Helena tuvo una habitual presencia en las asambleas partidarias, a las que concurría siempre haciendo gala de su gentileza. Tenía en sus conversaciones un tono amable que parecía disimular su fuerte inteligencia y su amplia cultura. Formada en la exigencia filosófica, Costábile tenía especial predisposición al pensamiento abstracto –un bien cada vez más escaso en esta sociedad que ama lo instantáneo y a veces lo vulgar– lo que le hacía interpretar los hechos por encima de lo cotidiano y mirando a lo lejos.
Tuve con ella una especial amistad, reducida últimamente a los correos electrónicos, en los que volcaba observaciones siempre agudas e interesantes.
Su fallecimiento nos deja un poco más solitarios, como desamparados. No sólo su marido y sus hijos sentirán su ausencia.
L.H.L.
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