Hay que cambiar el modelo policial cuantitativo por uno cualitativo

Montevideo Portal viene publicando una serie de notas del exvicepresidente Luis Hierro López sobre propuestas en materia de seguridad pública. Esta que reproducimos acá es la tercera columna de la serie, que refiere a un cambio de modelo en la organización policial, poniendo énfasis en exigentes criterios de selección y en la formación permanente y profesional de los policías.

Con la mirada en el largo plazo y tras acuerdos políticos sostenibles, Uruguay debería cambiar su modelo policial cuantitativo, imponiendo uno cualitativo. La Policía sigue siendo, de alguna manera, “bolsa de trabajo” de la sociedad, pero los tiempos que corren exigen cuerpos de seguridad altamente especializados y profesionalizados. 

El Ministerio de Interior ha tenido un importante crecimiento durante este tiempo. Tiene un presupuesto anual de unos U$S 850 millones –hace 20 años era de U$S 180 millones– y aproximadamente 31.000 funcionarios, una de las tasas más altas de la región con relación a la población, con casi 1000 funcionarios cada cien mil habitantes, pero no todos ellos volcados a las calles, ya que hay personal destinado a las cárceles y a sanidad policial.

El ministro Bonomi informó en el Parlamento que la tasa de policías ejecutivos en Uruguay es de 421 cada 100.000 habitantes. La regla de tres establece que, con una población de 3.300.000, habría sólo 13.893 en tareas estrictas de seguridad y patrullaje, un rotundo desequilibrio respecto al total de empleados del Ministerio de Interior, lo que expresa una burocratización que viene de larga data.

A este dato sobre la cantidad de funcionarios, hay que agregar que trabajan aproximadamente 35.000 personas como guardias privadas, un tercio de ellos armados con revólveres o pistolas. Hay un proyecto de ley para regularizar y proteger su actuación, pero no se ha aprobado. Si un guardia privado repele un ataque y mata a un delincuente, la Justicia tendrá un brete complicado porque hay vacíos legales.

En todo caso, es enorme la cantidad de personal público y privado que está destinado a la seguridad pública. Habría que sumar a los militares que cumplen tareas anexas, como los perímetros carcelarios, la custodia de las costas o las que se agregarán cuando se reglamente la ley de prevención militar en las zonas fronterizas. Es oportuno agregar, además, que algunos programas partidarios prevén numerosas creaciones de cargos (1).

Los sueldos policiales han crecido bastante, aunque sean insuficientes. También se han mejorado las exigencias de ingreso y selección del personal, aunque tampoco son muy buenos (2). La Enseñanza Policial merece aún muchos reparos, pero en todo caso, la Policía es una carrera interesante para los policías vocacionales, así como es un trabajo que puede atraer a los jóvenes que no tienen otra preparación. Es una tarea enormemente riesgosa, ya se sabe, pero ofrece otro tipo de garantías, una carrera más o menos segura que agrega la cobertura sanitaria a la familia. En algún sentido, la Policía sigue siendo “bolsa de trabajo” de la sociedad, lo que en sí mismo no es denigrante para la institución, pero no debería ser así. A la Policía deberían ingresar personas altamente preparadas y vocacionales, lo que aún no ocurre en la totalidad de los casos.

¿Ahora, es éste, el cuantitativo, el modelo policial que el país necesita, con muchos policías, no muy preparados ni motivados? Creo que no y aclaro que esta respuesta no se vincula a la actual polémica electoral, sino que esa convicción me acompaña desde hace tiempo.

El modelo cuantitativo, que se basa inevitablemente en la rebaja de las exigencias en la formación profesional, ha ido de la mano de una ineficacia y de una politización inconvenientes. La ineficacia se advierte cuando los vecinos reclaman presencia policial, piden una investigación sobre un hurto, van a las Comisarías y las encuentran casi vacías o directamente circulan por las calles sin patrullaje cercano. Las famosas operaciones del PADO o de la Republicana son transitorias: se van esos policías a otros barrios y vuelve automáticamente el delito. La falta de investigaciones en torno a los asesinatos o robos –sólo se aclara un 50% en el primer caso y un 10% en el segundo– y, lo que es peor, la ausencia de respuestas de los jerarcas ante los reclamos de los familiares de las víctimas de agresiones, hurtos o asesinatos, da cuenta claramente de que el modelo cuantitativo hace agua por todos lados. La politización ha quedado evidenciada desde el presupuesto de 2015, a partir de la vigencia del artículo 202 de la ley No. 19.355, que reformó en forma ingrata y grosera la Ley Orgánica Policial y autorizó, en los últimos grados, los ascensos de acuerdo con el criterio político del Ministerio. Un enorme retroceso.

Hace unos meses tuve oportunidad de acceder a los escritos de algunos exámenes de la Escuela de Policía. Se trataba de pruebas escritas, algunas preguntas para responder en el régimen de “opción múltiple” y otras sin opciones. Quedé lastimado ante los resultados, los mismos o peores que podemos ver en Secundaria. Si los muchachos de clase media que van al Liceo no aprenden y su nivel de entendimiento es muy malo, los hijos de los hogares pobres que van a la Escuela de Policía se comportarán proporcionalmente peor.

Además, por razones ideológicas, los dos primeros gobiernos del Frente Amplio impusieron en los cursos de la Escuela muchas horas de “enseñanza-barniz” en materia de derechos humanos y cuestiones jurídicas, en detrimento de la formación táctica y el entrenamiento con armas. Está bien enseñar a los futuros policías cuestiones vinculadas al Derecho, pero está mal si eso se hace restándole horas a la formación que el Policía necesitará en la calle. Esa tendencia intentó corregirse a partir de 2015, pero todavía –hasta dónde he podido constatar– hay desequilibrios.

En un proceso de 15 años, que debería comprender un acuerdo escrito y firme de todos los partidos políticos, el país puede modificar el modelo policial. Se trataría de un gran cambio institucional y de mentalidad, que debe partir de la Enseñanza y del Presupuesto, fijando metas de largo plazo respecto a la cantidad de funcionarios que idealmente deberían revestir en ese tiempo, estableciendo remuneraciones muy importantes –con las innovaciones tecnológicas que nos ofrece este tiempo, el personal podría teóricamente reducirse a la mitad y las remuneraciones podrían crecer al doble- dignificando la profesión en todo sentido y formando a los policías con enorme exigencia y orgullo profesional. Hay países que han logrado transformaciones similares y Uruguay no tiene porqué quedarse atrás.

Yo sé que mi propuesta suena a algo así como si Nacional o Peñarol dijeran ahora “vamos a ser campeones de la Libertadores dentro de 15 años y empezaremos a formar ahora a los jugadores para ello”. Si, es medio utópica. Pero peor será resignarnos al grado de violencia que se vive en la sociedad uruguaya y a un sistema penal que en su conjunto aclara sólo el 10% de los delitos.

(1) El programa del Partido Nacional prevé la creación de más de 1000 cargos, reforzamiento del personal de la Guardia República y utilización de 1000 retirados policiales en tareas de apoyo remuneradas.

(2) Las exigencias en la selección del personal están francamente en duda desde que fue procesado el encargado del área del propio Ministerio, quién empleó a su hermana como psicóloga, no siéndolo. Parece un tema menor, pero es una alerta muy expresiva.



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