Correo de los Viernes - Empresas públicas: urge que se termine la fiesta

Empresas públicas: urge que se termine la fiesta

Todos sabemos el desquicio que han significado las empresas públicas en el quinquenio mujiquista. Inversiones “a lo loco”, dirigidas claramente a apuntalar carreras políticas personales y/o proyectos ideológicos, han significado costos importantes, cuando no pérdidas monumentales, como la de ANCAP, además de distorsionar la política económica llevada adelante desde el MEF. Pero uno de los efectos más graves son los tarifarios: las tarifas de ANCAP y UTE no sólo impactan en lo que pagan los uruguayos cuando cargan nafta en su auto o encienden la luz en su casa sino también en la pérdida de competitividad de la industria, cada vez más afectada por el tipo de cambio, la crisis logística o la caída en la productividad.

En el caso de las tarifas de comustibles, éstas fueron fijadas en enero de este año con un barril de petróleo a U$S 110 y un dólar a $ 21,50. Hoy el barril está a U$S 63 y el tipo de cambio a alrededor de $ 24. O sea, en enero el costo del barril en pesos era de $ 2.365 y hoy es de $ 1.512, un 36% menos. Esa caída debería reflejarse en la tarifa, cosa que no ocurre. Y la explicación es sencilla: debe taparse el gigantesco agujero que el señor Sendic dejó en el ente petrolero por sus aventuras como ALUR y la planta de biodiesel.

En cuanto a la tarifa eléctrica, la misma tampoco se ha reducido pese a que no ha habido necesidad de importar electricidad ya que las abundantes lluvias han asegurado una buena generación en las represas. Las tarifa residencia e industrial, empero, no lo han reflejado. Y así y todo, con tarifas altas y bajos costos, UTE cerrará sus cuentas con un pequeño superávit. Ello nos habla de que hay un costo por ineficiencia muy alto.

Las empresas públicas, especialmente las más grandes, tienen una capacidad de incidencia —y de distorsión— demasiado grande. Al punto que, de hecho, terminan fijando políticas que le correspondería al Poder Ejecutivo. Por consiguiente, deben estar férreamente controladas por éste y “la fiesta” debe terminarse de una buena vez. Porque el costo para todos de las aventuras lo pagamos todos.