El velo, el multiculturalismo y la integración étnica

La reciente discusión sobre el velo en los centros de enseñanza es una oportunidad para acudir a pensadores liberales de nuestro tiempo, caso de Giovanni Sartori, filósofo italiano, prestigioso pensador especializado en el análisis de la política comparada.

Sartori diferencia el concepto de “pluralismo” del “multiculturalismo”. Según él, los multiculturalistas, de origen marxista, no persiguen una integración diferenciada del otro, sino una desintegración multiétnica, una balcanización, una tribalización de la sociedad en la que todos sean iguales ante la ley siendo, en realidad, absolutamente distintos entre sí.

Sartori, en su libro “La Democracia en 30 lecciones” nos propone la siguiente reflexión en su capítulo 25: Multiculturalismo no es pluralismo.

“La teoría de moda es que el multilateralismo es la continuación, la ampliación y la superación del pluralismo. No hay nada más falso. De hecho, me propongo sostener que el multiculturalismo es la negación y la inversión del pluralismo.

Ya hemos visto que el pluralismo tiene origen en la tolerancia, un principio que se basa en tres criterios. Primero: rechazo de todo tipo de dogma y de toda verdad única. Yo estoy siempre obligado a argumentar, a dar razones para sostener lo que sostengo. Segundo: respeto al denominado harm principle. Harm significa «hacerme daño», «perjudicarme». El principio es, por tanto, que la tolerancia no comporta ni debe aceptar que otro me perjudique. Y viceversa, por supuesto. Tercero: el criterio de la reciprocidad. Si yo te concedo a ti, tú tienes que concederme a mí: «do ut des». Si no hay reciprocidad, entonces la relación no es de tolerancia.

De estos tres principios se deriva que, así como la tolerancia es el rechazo de todo dogma, el pluralismo es, correlativamente, el rechazo de todo poder monocrático y uniformante. La ciudad antigua temía la discordia. La ciudad moderna, en cambio, valora la disensión y, al valorarla, la civiliza, la modera, la transforma en un fermento beneficioso o incluso en una discordia que se convierte, al final, en acuerdo y concordia. «Concordia discors». La «buena ciudad» del pluralismo se apoya, entonces, sobre una diversidad que produce integración, no desintegración.

El multiculturalismo va en sentido contrario. En vez de promover una «diversidad integrada», promueve una identidad «separada» de cada grupo y a menudo la crea, la inventa, la fomenta. El resultado es una sociedad de compartimentos estancos e incluso hostiles, cuyos grupos están muy identificados consigo mismos, y por tanto no tienen ni deseo ni capacidad de integración. Como decía, el multiculturalismo no supera el pluralismo, lo destruye.”




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