El preocupante efecto del coronavirus en las economías más vulnerables del mundo

Los capitales internacionales abandonan los mercados emergentes, por lo que las naciones más desfavorecidas reciben, según un informe del The New York Times la peor parte del impacto económico causado por la pandemia.

En Nueva Delhi, una vendedora de frutas cuyas ventas se han reducido a la mitad, ahora diluye la leche que les da a sus cinco hijos. En el centro de Turquía, una empresa que ofrece paseos en globos aerostáticos para turistas, mandó a sus 49 empleados a un descanso indefinido y redujo su salario a la mitad.

En Manila, un cantinero que trabaja en una empresa internacional de cruceros, está anclado en casa, y se pregunta si sus ahorros alcanzarán hasta que el buque pueda regresar al mar. En Johannesburgo, una madre que se gana la vida trenzando el cabello de sus clientes, regresa a casa con las manos vacías.

También en Buenos Aires, un conductor de taxi recorre las calles desiertas en busca de pasajeros, temeroso de contraer el coronavirus, pero todavía más aterrado de perder su taxi si no puede hacer los pagos respectivos.

"No sé qué voy a hacer", dijo. "Esta situación está totalmente fuera de mis manos".

Ahora que la pandemia de coronavirus ha puesto a la economía global en un sorprendente estado de suspenso, los países más vulnerables del mundo sufren daños cada vez más intensos. Las empresas, a falta de ventas, tienen que despedir a sus empleados. Los hogares que no cuentan con ingresos suficientes gastan a cuentagotas en alimentos. Los inversionistas internacionales abandonan los llamados mercados emergentes a un ritmo no visto desde la crisis financiera de 2008, con lo que provocan una disminución en el valor de las monedas y obligan a las personas a pagar más por bienes importados como alimentos y combustible.

"Será igual de malo, o quizá incluso peor, que la crisis financiera global para los mercados emergentes", dijo Per Hammarlund, estratega principal para mercados emergentes del Grupo SEB, un banco de inversiones globales con sede en Estocolmo. "El panorama es sombrío".

También es una amenaza para el porvenir global. Los mercados emergentes representan el 60 por ciento de la economía mundial en términos de poder adquisitivo, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). Una desaceleración en los países en desarrollo se traduce en una desaceleración del planeta.

Desde el sur de Asia hasta África y América Latina, la pandemia confronta a los países en desarrollo con una emergencia de salud pública combinada con una crisis económica, y cada una agrava los efectos de la otra. Las mismas fuerzas actúan también en las naciones ricas. Sin embargo, en los países pobres, donde miles de millones de personas viven al borde de la calamidad incluso en épocas de bonanza, los peligros se amplifican.

Esto ocurre justo en un momento en que muchos gobiernos tienen una deuda que limita su capacidad de ayudar a los más necesitados. Desde 2007, la deuda total pública y privada en los mercados emergentes se ha multiplicado de alrededor del 70 por ciento de la producción económica anual al 165 por ciento, según Oxford Economics.

La pandemia ha disparado una marcada salida de inversiones internacionales de los mercados emergentes, en busca de la seguridad de los bonos del gobierno de Estados Unidos.

Apenas el año pasado, un grupo de más de veinte mercados emergentes, como China, India, Sudáfrica y Brasil, recibieron flujos de inversión de 79.000 millones de dólares, según el Instituto de Finanzas Internacionales. Durante los dos últimos meses, una inversión neta de 70.000 millones de dólares salió de esos países.

Ese cambio ha reavivado el temor de que algunos países se deslicen hacia la insolvencia y no puedan cumplir sus obligaciones de pago, en especial Argentina, Turquía y Sudáfrica.

"La velocidad es sorprendente", señaló Sergi Lanao, economista jefe adjunto del Instituto de Finanzas Internacionales. "Quienes ya eran vulnerables antes,

La mayoría de los economistas dan por hecho que ya nos encontramos en una recesión mundial, una recesión sincronizada que castiga a los países de manera indiscriminada y transforma las fortalezas económicas tradicionales en vulnerabilidades alarmantes.

En mecas turísticas como Tailandia, Indonesia, Turquía y Sudáfrica, la imposición efectiva de una cuarentena mundial bien podría provocar el desempleo masivo en industrias como la hotelera, la restaurantera y la turística.

La interrupción de la industria en todo el planeta ha disminuido de manera drástica la demanda de materias primas, lo que ha golpeado a los productores de cobre como Chile, Perú, la República Democrática del Congo y Zambia, además de a los productores de zinc como Brasil e India. Los exportadores de petróleo son especialmente susceptibles a la recesión ahora que los precios permanecen bajos, situación que genera presión en Colombia, Argelia, Mozambique, Irak, Nigeria y México.

México ya se encontraba en una recesión, y muchos de sus empleos dependen de la producción de bienes para Estados Unidos, que ahora ha aplicado un verdadero cierre de emergencia.

En las naciones ricas se han ordenado cuarentenas, mientras que los gobiernos y los bancos centrales han liberado billones de dólares en gasto y crédito para limitar el daño económico. Pero no ocurre lo mismo en los países pobres, donde las familias de los barrios pobres viven hacinadas, por lo que sería imposible aplicar una cuarentena. Quienes sobreviven gracias a la chatarra de metal que encuentran en los basureros podrían morir de hambre si se quedan en casa.

"Algunos de estos países realizarán desagradables experimentos en la vida real, sin intentar detener las consecuencias, porque ni siquiera creo que puedan controlarlo", comentó Gabriel Sterne, director de investigación macroeconómica de mercados emergentes en Oxford Economics. "En un gueto de Soweto [en la capital de Sudáfrica], ¿cómo puedes aislarte? Las consecuencias sociales de la muerte entre los más débiles y los ancianos sencillamente serán monstruosas".

India, un país de 1300 millones de personas, parece muy expuesto, con todo y que el número oficial de casos de coronavirus parece reducido. El martes, el primer ministro de India, Narendra Modi, declaró un paro nacional con el propósito de evitar la diseminación del virus.

Una tarde reciente, en una calle que conduce a la principal estación de ferrocarril de Nueva Delhi, las personas que vendían en las banquetas enfrentaron un cambio peligroso: las calles estaban vacías.

Mahender, de 60 años, que se dedica a bolear zapatos, dormía al lado de la calle, con la cabeza apoyada en la bolsa de tela en la que guarda los aditamentos que necesita para su trabajo. Antes del coronavirus, ganaba unas 400 rupias (alrededor de cinco dólares) al día. Ahora gana 100 rupias.

Shagun, una madre de cinco hijos de 45 años, se sentó en la acera a preparar las porciones de plátanos, sandías y papayas que vende a los conductores de caletas. Sus ventas se han reducido a la mitad, por lo que a su familia solo les da arroz y las lentejas más baratas de comer y agrega agua a la leche de sus hijos.

"Mi esposo no tiene trabajo", dijo. "No tengo ahorros. Esperemos en Dios que no nos obliguen a dejar de salir, porque entonces sobreviviremos con solo una comida por día".

Incluso antes del brote, India sufría una desaceleración económica. El gobierno de Modi no ha generado los empleos prometidos y ha habido acusaciones de que maquilló los libros oficiales para ocultar las dimensiones reales del desempleo.

Para responder a la economía decepcionante, Modi ha avivado el nacionalismo hindú. La policía se ha aliado con las mafias hindúes en conflictos sangrientos con la minoría musulmana. Ninguno de estos problemas se aligerará en medio de una catástrofe de salud pública combinada con un desempleo masivo.

"Habría que tener una fe ciega para decir que India no atraviesa una recesión masiva", opinó Swati Dhingra, economista de la Escuela de Economía de Londres. "Ahora, aparece otra fuerza importante, una que golpeará de manera asimétrica a los pobres. Podría tener consecuencias realmente terribles".

Argentina se encontraba en peligro antes de la pandemia. Su moneda, el peso, perdió más de dos tercios de su valor en 2018 y 2019, y la inflación se disparó por encima del 50 por ciento. Su economía se contrajo el dos por ciento el año pasado. La deuda del gobierno llegó a cerca del 90 por ciento de la producción anual, una señal alarmante de peligro.




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