El gobierno con la cincha en las berijas

Por Tomás Laguna

Como cada año, y van 111 ediciones, la gremial más antigua del ruralismo uruguayo dijo sus verdades en la tradicional ceremonia de cierre de la Rural del Prado. No se han caracterizado en todo este tiempo en la complacencia con los poderes de turno, y con distintas altisonancias, dependiendo mucho de la personalidad del dirigente gremial que le tocara en suerte la presidencia de la añosa y prestigiosa gremial, no han dudado en confrontar con los ministros de ganadería de los distintos gobiernos, sin distinción de partidos.

En esta nueva edición los reclamos no fueron muy diferentes a los anteriores discursos: la presión fiscal, el cuestionamiento a los impuestos a la tierra, la macroeconomía, el déficit fiscal y el tipo de cambio, el reclamo por un Estado más eficiente, la seguridad rural, inserción internacional y acceso a mercados, reclamos por mayor inversión en infraestructura vial, y una referencia fuerte al sistema educativo. Todos temas de orden en los análisis que la vieja gremial suele realizar al cierre de cada Exposición Rural del Prado. Este año en particular acicateado por las crecientes dificultades que enfrentan prácticamente todos los rubros.

Pero esta vez el tenor del discurso fue inesperado ante la creciente sensibilidad a las críticas que existen hoy en filas oficialistas. La diferencia con las anteriores oportunidades fue que esta vez los argumentos esgrimidos se fueron hilvanando sin contemplación ni respiro para pegarles al gobierno en la herida abierta de sus incompetencias e ineficiencias en un escenario cada vez más adverso para la economía de nuestro país.

La pieza oratoria tuvo su mérito principal en condensar con crudeza lo más grotesco de la gestión de gobierno del iluminismo izquierdista vernáculo. Ni la oposición ha sido capaz de retratar con tanta contundencia los peores dramas de la economía uruguaya y de su sociedad. Seguro les sonó una cachetada haberles enrostrado el machacado discurso de la izquierda por la equidad social, mientras la enseñanza se ha transformado en los últimos 12 años en la principal generadora de inequidad social. Pero además con la osadía de endosarle tantos desatinos al corral ideológico en que está encerrado el oficialismo. Y esto les dolió como una patada en el hígado, los desubicó de tal forma que la única reacción fue invalidar de la forma más soez y grotesca a la gremial denunciante.

El mal momento lo vivió el Ministro Aguerre, a la sazón representante del Poder Ejecutivo en el centenario estrado. El año anterior, ante un discurso que abarcó exactamente los mismos temas, fue capaz de reconocer en su oratoria que había escuchado uno de los mejores discursos, pero esta vez su fastidio fue evidente incluso al hilvanar su parte oratoria en el acto de cierre. Extraño, porque las denuncias más duras no estaban dirigidas a su persona. Acaso alguna mención reclamando medidas de fondo para la lechería, pero por lo demás hubo reconocimientos a la gestión ministerial. Seguramente el enojo del Ministro obedece a que debió responder justificando lo fantástico que es el gobierno que él integra, frente a la andanada argumental que lo cuestionaba.

Y este es otro capítulo en esta historia. Lo decíamos en la anterior entrega, un ministro cuyos tiempos se han agotado luego de seis años y medio en el cargo, aun cuando su supervivencia no necesariamente es cuestionada desde la producción ante el temor de quien lo pueda sustituir desde filas del variopinto aquelarre del partido de gobierno. Al menos Aguerre es un reconocido productor y empresario exitoso en el agro negocio, y ha realizado su trabajo evangelizador en el entramado político de la izquierda urbana y prejuiciosa de los productores rurales, en particular cuando estos son propietarios de la tierra. No obstante cada vez le resulta más difícil justificarse como integrante de un gobierno cuya fuerza política estigmatiza al agro negocio y quienes lucran con el. Alguien alguna vez dijo que si no se fue cuando el ICIR y la reimplantación del impuesto al patrimonio sobre la tierra, no se va más. Y ese “no se va más” le está costando fuerte dolores de cabeza y disgustos crecientes, si es que definitivamente decide mantenerse en el cargo aún en medio de tantas contradicciones.

Las consecuencias del mensaje ruralista tuvieron otras reacciones, aún más viscerales que las del propio Ministro Aguerre. El senador Agazzi se desensilló corcoveando y vomitó todo su odio contra la vieja agremiación ruralista, seguramente resabio de sus tiempos de terrorista cuando atentaron en más de una oportunidad contra la vieja sede de la avenida Uruguay. Por cierto que su triste persona poco y nada aporta a la discusión, antes bien hay que dejarlo que se ahogue en su propio vómito y lo digiera lentamente retroalimentando sus inquinas y odios de clase. No tiene remedio…

Una última reflexión, hay quienes sostienen que no asistimos a un discurso más desde filas del ruralismo, que a partir del mismo se generó un quiebre definitivo en las relaciones de las gremiales rurales y el gobierno. Desde este ángulo de análisis se especula con la continuidad del Ministro Aguerre, habida cuenta que su mayor respaldo no surge del partido de gobierno sino de su relacionamiento con el sector rural. Todo esto estará por verse. Lo que sí importa es que desde el ruralismo se le está haciendo un gran aporte al país republicano, demócrata y liberal que queremos si es que definitivamente, con sus fundadas denuncias y reclamos, contribuyen a horadar la credibilidad de la aventura de gobierno de la izquierda, en particular en ciudades y pueblos del interior además del mismo Uruguay profundo.



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