El censo agropecuario, la producción familiar y el gatopardismo

Por Tomás Laguna

Finalmente se publicaron los resultados del censo agropecuario realizado en el 2011, pero que hubiera correspondido hacerlo en el 2010. Debieron pasar para ello 3 años, 4 si consideramos la obligación de haberlo realizado un año antes. Pero al menos ya tenemos los resultados de como evolucionaron los distintos indicadores que permiten la caracterización socio económica del agro. Debemos reconocer que el detalle del análisis es en extremo dedicado y extenso.

Resulta particularmente interesante el análisis de la evolución de la tenencia de la tierra y la participación de los uruguayos en la propiedad de la misma, como dos temas particularmente sensibles para el discurso ideológico del conglomerado de partidos políticos que ha gobernado nuestro país durante el 70% del período que analiza el censo.

Surge de los datos del Censo que en el año 2011 hay, entotal, 22% menos productores que en el 2000. Esa reducción se explica fundamentalmente por la desaparición de los productores más pequeños. Abandonaron el campo el 46% de los productores de menos de 10 hás, claramente fueron granjeros horti – fruticultores. Se redujo en un 32% los productores entre 10 y 19 hás, seguramente en el mismo rubro. Hay unos 23% menos productores en el estrato 20 a 49 hás. En un 14% se redujeron los productores tanto en el estrato entre 50 y 99 hás como en el estrato entre 100 y 199 hás. Por el contrario aumentó el número de productores de más de 1000 hás en un 29%.

En cuanto a la tan mentada extranjerización de la tierra, en el período analizado por el último censo del total del área censada la participación de los uruguayos como propietarios se redujo del 96% (censo 2000) al 82% (censo 2011). Esto no significa que aumentó la tierra en manos de extranjeros, sino que aumentó la tierra en manos de formas jurídicas en las cuales no es posible identificar la nacionalidad del propietario.

Estas cifras descarnadas son la realidad de la expansión del agro negocio y consecuentemente del aumento de la economía de escala de las empresas. Pero en lugar de procurar la inserción del pequeño productor en la nueva economía agro exportadora, o bien tomar medidas para proteger a quienes jamás lo lograrán (léase producción granjera para el consumo interno), se asiste con fatalismo a la desaparición de los pequeños y muy pequeños productores. Eso sí, desde páginas web oficiales del MGAP y desde el discurso político del partido de gobierno se reivindica al productor familiar como una víctima del agro negocio y la expansión del capitalismo agrario. Esto es lo que desembozadamente se enseña desde un curso a distancia al que se obliga a todo aspirante a presentar proyectos de desarrollo para productores familiares en la Unidad de Desarrollo Rural del MGAP. En las clases ofrecidas desde esta página del Poder Ejecutivo, video mediante, se sostiene con fatalismo la subordinación de los productores familiares a las clases sociales de mayor riqueza y finalmente se los identifica como “proletarizados” del mundo rural. El joven disertante de estas clases vía internet, define al productor comercial o empresario como un maximizador de ganancias en tanto el productor familiar solo procura obtener mayores ingresos. Lamentablemente no se pueden hacer preguntas porque bueno sería consultarle dónde está la diferencia. Por ahí podría entenderse que los primeros son los chupasangres que se apropian de los excedentes de los segundos. Entre tantas calamidades de la producción familiar, el programa que propone el MGAP apunta a la “intervención” predial de los pequeños productores, concepto harto peligroso, pero seguramente muy paternalista.

En el mismo curso se sugiere la lectura de una extraña publicación, la revista “Suma – Sarnaqaña - Revista de Agronomía Social”, distribuida en Montevideo por la Asociación de Estudiantes de Agronomía (FEUU). Un artículo entero está dedicado a “Marx y los campesinos” con diferentes citas de este pensador e inspirador de nuestros revolucionarios urbanos con aspiraciones ruralistas. Pero la perla más gruesa es la cita, en otro artículo, a un párrafo de una cartilla del “Bebe” Raúl Sendic, dónde se pregunta y auto responde: “¿No es injusto para esos estancieros de 3000, 4000 u 8000 hectáreas expropiarles su exceso sobre 2500 sin indemnización? No, ellos han estado usufructuando por años en forma exclusiva una parte de la riqueza natural que es del país, del pueblo de los 3 millones, no de un millar de ellos.” Todo una poesía de los 60...

Ahora bien, mientras tanto y luego de 10 años de gobierno del conglomerado y en los últimos 5 años con fuerte incidencia en el mismo de la principal fuerza política que representa al viejo “tupamaraje”, los datos de la agropecuaria marcan con crudeza que el 27% de los productores de menos de 200 has desaparecieron en tanto los productores con más de 2.500 has aumentaron un 6%. En el mismo período se le ofrecían más de 100.000 has a una desconocida empresa minera extranjera para hacer el pozo más grande de nuestra historia abarcando los predios de medianos y pequeños productores, todo bajo la obnubilación de los millones de dólares que ingresarían por concepto del canon que generaría la extracción del hierro. Por cierto, en estos mismos gobiernos se firmó un discutido convenio con las multinacionales que representan a Montes del Plata permitiéndoles expandir la frontera forestal a la región lechera de San José, para desesperación de la familia rural tambera. Sin mencionar que la ley que prohíbe a los estados extranjeros poseer tierras debió revisarse de apuro porque en la mayor parte de las inversiones en tierra prohijadas desde el gobierno participaban precisamente estados extranjeros.

El surrealismo en la concepción del desarrollo social del agro no tiene parangón. Estamos ante el mejor ejemplo jamás imaginado de “Gatopardismo”, cambiar todo para que nada cambie.

Desde el Partido Colorado, desde el batllismo que lo debe inspirar, reivindicamos la figura del pequeño y muy pequeño productor como un ser racional, digno, con capacidad de superación para actuar bajo las reglas de la economía de mercado asumiendo su condición de micro empresario. A ello deben apuntar las políticas sectoriales con claro sentido social, facilitando la inserción en el agro negocio a todos aquellos que por su rubro o ubicación estratégica lo pueden hacer. O bien protegiendo los sistemas productivos de carácter familiar que contribuyen con los productos de huerta para la canasta alimentaria de la familia uruguaya. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, el agro negocio en tanto sea posible, el apoyo a la producción familiar en los rubros dónde el agro negocio no llega. Una dicotomía con la cual la izquierda jamás pudo lidiar, para perjuicio de la familia rural.



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