El 25 de Agosto

Es difícil construir y preservar la identidad de cualquier nación sin un conocimiento de su historia. Hasta podríamos decir “sin un conocimiento mínimo” del proceso que configura esa identidad y que llega hasta tiempos contemporáneos.

Aún peor es lo que pasa en nuestro país. No solo ha declinado la enseñanza de la historia sino que se ha sobredimensionado la llamada historia reciente para introducir una versión parcial —y habitualmente mentirosa— del proceso de la caída de nuestra democracia (la mayoría de nuestros jóvenes creen que los tupamaros lucharon contra la dictadura militar, cuando solo combatieron a la democracia, llevaron el país a la violencia y así alfombraron el camino para la caída institucional).

Las grandes fechas popularmente poco eco tienen y merecerían una consideración más importante para entender lo trabajoso que fue el proceso de construcción de este país, que no nació por casualidad ni es el resultado de organizaciones preexistentes, como pasó en Perú, Bolivia y Ecuador, con un imperio inca poderoso con el que se toparon los conquistadores españoles.

Nuestra independencia tiene una semilla remota en la rivalidad de nuestro puerto con el de Buenos Aires. Nuestro actual territorio tenía tres jurisdicciones administrativas (la de Montevideo, la de Buenos Aires al sur del Río Negro y la de Yapeyú en el norte). Al producirse la Revolución de Mayo en 1810, los pueblos que existían se fueron configurando en una unidad provincial y bajo el liderazgo de Artigas sostuvieron una idea confederativa: cada provincia sería autónoma y organizaría su gobierno con los tres poderes independientes, entregando al gobierno nacional solamente el mando de las tropas y las relaciones exteriores, sin perjuicio de mantener cada provincia su propio ejército. Bajo esa idea lucharán los orientales desde 1811 hasta 1820, enfrentando excesos de los porteños y ambiciones de los portugueses (luego brasileños), que se hacen cargo de Montevideo en 1817 y de todo el territorio en 1820, luego de la derrota definitiva de Artigas.

Al alejarse Artigas, Rivera permanece en la Provincia Oriental, logra un armisticio con los invasores y así queda al mando de una fuerza armada oriental. Ese acuerdo es fundamental, porque cuando comienzan los escarceos para emanciparse de los brasileños ese cuerpo militar era decisivo. Desde Buenos Aires se lanza Lavalleja en 1825 (19 de abril) a su Cruzada Libertadora, se pliega a él Rivera, como segundo jefe, se obtienen varios éxitos militares y se declara la independencia.

Aquí viene uno de los debates que acompañan a la fecha, porque el 25 de agosto se votan tres leyes: una declarando la independencia de cualquier “poder del universo”; una segunda, de unión con las Provincias del Río de la Plata; y una tercera estableciendo que mientras tanto no se hubiese producido la unión con las demás provincias, se usaría la bandera tricolor.

Queda claro entonces que hubo un un acto importante en el proceso de la configuración nacional, pero en los hechos era independencia solamente de Brasil e incorporación a las provincias argentinas (así llamadas ya por entonces). O sea que no nacía en ese momento nuestra República.

Se designará a Lavalleja como jefe supremo de las fuerzas armadas y a Rivera como Inspector del Ejército.

Al incorporarse a las Provincias Unidas, la cruzada oriental se transforma en una guerra entre todas ellas contra el Imperio de Brasil. El conflicto se mantendrá hasta 1827 en un estado de indefinición, aun cuando en Ituzaingó, la más grande batalla, hubo en el terreno una victoria militar. Rivera lanzará entonces una campaña sobre territorio brasileño, reincorporando las Misiones. Ellas serán el precio de la paz entre los vecinos y del reconocimiento de nuestra independencia como Estado.

Este complejo proceso no es sencillo de comprender. Ha habido una cierta reticencia a reconocer como fundacional del Estado la Convención Preliminar de Paz que en octubre de 1828 marca el reconocimiento del país independiente y la constitución de una soberana Asamblea Constituyente y la designación de Lavalleja como Gobernador Provisorio ( Rivera al frente de la fuerza militar). Jurídica y políticamente no hay duda que es allí que nace nuestra República tal cual la conocemos hoy. No significa ello desconocer el enorme valor del gesto de la declaratoria del 25 de agosto y el sentido de afirmación de una identidad que se había forjado en 17 largos años de conflictos. Fue una prolongada lucha. La independencia definitiva solo se logró después de las victorias militares de Rincón y Sarandí y de la “hombrada” de las Misiones. Lo que derriba esas teorías que pretenden mostrar a nuestro país como una invención inglesa, cuando la mediación británica fue apenas la partera de una larga gestación.



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