Correo de los Viernes - Discurso del odio

Discurso del odio

Reiteradamente decimos que una de las tantas diferencias que nos separan del Frente Amplio y de su estructura más poderosa, el PIT CNT, es su falta de convicción democrática y su idea de que la lucha de clases sigue siendo el motor de la historia, como dijera Marx hace un siglo y medio y estuviera en la base de todos los regímenes comunistas.

Hay quienes de buena fe piensan que esta atribución nuestra es algo exagerada, a la luz de un país que, aun gobernado por el Frente Amplio, sigue en democracia. Sin embargo, basta apenar mirar la televisión para ver en vivo y directo ese discurso del odio que procura la división de la sociedad uruguaya, el enfrentamiento entre buenos buenísimos y malos malísimos, a los que se les atribuyen los peores propósitos y a quienes se califica de “enemigo”, en el encuadre de una retórica directamente bélica.

El acto del PIT CNT, que apoyó el paro parcial de esta semana, fue rotundamente expresivo. El dirigente de la Salud y del PIT CNT Jorge Bermúdez fue absolutamente claro, cuestionando en algo al gobierno por “una agenda de cambios que paulatinamente ha dejado de lado” pero con violencia inusitada al empresariado en general y a los partidos tradicionales. Por supuesto, declaró su solidaridad con la “revolución bolivariana”, pero luego reclamó “no subestimar al enemigo. Se están rearmando y ya han inventado una nueva super Cámara”; “hay que ver como juega el enemigo, no podemos confundirnos ni siquiera por un cachito”; “hay que mantener la guardia en alto”.

En un país abierto, frente a partidos constructores de la democracia, a cuyo amparo ha actuado el movimiento sindical durante años y años, se habla del “enemigo”. También, al barrer, se usa la misma calificación para todo el empresariado uruguayo, como si no fuera el que con sus capitales, trabajo y esfuerzo ofrece oportunidades de empleo. Todas las democracias modernas, las que han resguardado libertades y alcanzado altos niveles de desarrollo, lo han logrado mediante la conciliación de trabajo y capital, la permanencia de un diálogo que permita el desarrollo empresarial y el bienestar de sus trabajadores. Donde el discurso de la lucha de clases triunfó, se ha vivido —y se vive aún— la pérdida de libertades y la pobreza.

¿Se precisan más demostraciones históricas después de caído el Muro de Berlín? Desgraciadamente, parecería que es así, que aún no está ganada la batalla en el terreno de las ideas.

El dirigente sindical rechaza lo que llama el presunto “discurso modernizador”, que habla de desmonopolizar empresas públicas, de productividad, de flexibilidad laboral. En una palabra, todo aquello que pueda mantener al país en condiciones de competir en un mercado global y dar así estabilidad social a nuestros países.

Esa misma reacción clasista y reaccionaria se advirtió en las declaraciones del Senador Agazzi, refiriéndose a la tradicional ceremonia de la exposición de la Asociación Rural, que se realizó por vez primera en 1883, a solo ocho años de la fundación de la entidad. Desde 1913 está alojada en el mismo lugar de El Prado, donde en aquel año se construyeron los maravillosos galpones de los arquitectos Bugyas, Aubriot y Gómez Ferrer, verdadera joya arquitectónica que refleja la influencia de Gaudí en nuestro país. Es una exposición formidable de la producción nacional y el acto ha sido siempre un momento importante en que tanto la entidad como el gobierno exponen sus puntos de vista. Por supuesto, siempre ha habido concordancias y discrepancias y más de un gobierno se ha sentido molesto e injustamente tratado por la oratoria ruralista, pero en una democracia ese es el diálogo.

Ahora estamos en otros tiempos y si el Ministro Aguerre respondió con civilidad algunas críticas formuladas, el citado Senador la ha emprendido como un cruzado contra la Asociación Rural. Considera que no es “un gremio”, que representa a la ganadería solamente y ni siquiera a la lechería, cuando es notorio que las clásicas vacas holandesas han sido tradicionales protagonistas. Prosigue diciendo que el predio de exposiciones, que lleva más de un siglo, es de origen municipal y que ya hay que terminar con esa ceremonia en que se han discursos políticos fuera de lugar, considerando que los debates hay que hacerlos en el INAC o en el Instituto de la Leche y nada en público. Su correligionario Berterreche hasta se quejó de pronunciamientos “ideologizados” cuando el Presidente de la Rural reconoció muchos avances, como la trazabilidad, y simplemente cuestionó el costo de la energía, el uso de las tarifas como recurso fiscal, el notorio atraso cambiario y algunas carencias de infraestructura. ¿Qué tiene de “ideología” todo esto? Y que lo diga un dirigente frentista parece un chiste…

Es evidente que anida en estos sectores mayoritarios del Frente Amplio una visión aún leninista, intolerante, agresivamente enemiga de toda propiedad privada. El gobierno reclama inversiones y los sindicatos, como esos sectores políticos, repudian todo lo que sea empresa, productividad, modernización o progreso. Quieren monopolios y sueñan con nacionalizaciones. No quieren vivir en este mundo competitivo y globalizado y creen que es posible.

El problema no se reduce a los discursos y las declaraciones. Es la incitación resentida a la división social y una mentalidad incompatible con el futuro del país.