Su nombre es Jorge Artola y escucharlo, decimos los que lo conocemos, es como leer mil libros.

Nació en el departamento de Flores, siendo diagnosticado a temprana edad con una enfermedad a la que seguramente no podría sobrevivir. Pudo hacerlo tras varias operaciones, pero aún sin siquiera poder caminar hasta la escuela. Prácticamente lo único que podía hacer era leer y se dice que gracias a los libros él corría, jugaba y conocía nuevos mundos todos los días.

Diomedes es el nombre de su librería ubicada en El Cordón, en honor al héroe griego que personifica el triunfo del esfuerzo con el apoyo de atenea, regente de la sabiduría. Es que aquel lugar es de una magia inigualable e irrepetible. Se busque donde se la busque, sólo se encuentra en aquella especie de trinchera que cavó un hombre para, desde allí, combatir y demarcar un límite al retroceso cultural que sufre nuestra sociedad.

Jorge defiende su posición a pesar de tormentas y contratiempos, de deudas y bajos ingresos, de altibajos y planicies. Es guardián de nuestra identidad y cultura. Dice "que no importa cuán oscura sea la noche, algo se puede hacer. Y eso se hace mediante la cultura, sembrando. A veces la siembra funciona a corto plazo, o más a largo plazo, pero tenes que seguir alumbrando."

Defiende a capa y espada que la cultura es un derecho, porque salva vidas, salva el sentido de la vida y "le salva la cabeza" a muchas personas. Éste es un derecho que tienen todos, sin importar la situación en la que estén.

"Es lo que te permite no sentirte solo en el universo, ver donde estas parado y ver cómo te podes relacionar con los otros y con lo otro, eso te lo da la cultura. Si uno tiene el don, la bendición de haber tenido unos cuantos libros, es tu deber social el pasar esa luz."

Conversando hace algún tiempo con este hombre, a quien tengo el altísimo honor de llamar amigo, me habló sobre un estudio que demostraba que en los barrios en los que había librerías, sus cifras de hurtos, rapiñas, desempleo, etc., descendían, y que sus entornos siempre progresaban en comparación con los que no cuentan con éstas. Allí, con una enorme sonrisa en su rostro, ni siquiera se le había ocurrido hablar de las ventas de su negocio, sino del nivel de vida de la gente. De "construir ciudadanía, construir república" como dice él.

Finalizando, les dejo un pequeño fragmento de un reportaje que le hizo Montevideo Portal, para terminar de retratar a éste verdadero héroe y a la heroicidad de los libros que pretendo homenajear mediante éste faro que aquella enfermedad mortal decidió construir.

"Dueño de una pequeña librería de segunda mano, Artola lamenta no tener la posibilidad de generar puestos de trabajo. Y si bien es consciente de que prestar un libro no le soluciona la vida a una persona sin hogar, asegura que sí le aporta "un mínimo atisbo de dignidad".

"Y con eso me voy chiflando bajito, feliz de tener solamente deudas", concluye el comerciante."