Descreimiento

Por Consuelo Pérez

Se ha perdido confianza en el sistema político y en sus actores, y la indiferencia es el primer síntoma.

Ciertamente, la pérdida de confianza va unida al naufragio de las expectativas que se generaron en el descreído, y ese aspecto se vincula directamente a las promesas incumplidas.

El fracaso estrepitoso de la participación ciudadana en los Concejos Vecinales de la Intendencia de Montevideo, prendió un alerta que por supuesto fue ignorado y maquillado por el oficialismo, mentor de la idea.

En una población que siempre se ha caracterizado por su alto grado de participación en los asuntos políticos, es doblemente sugestivo lo que está pasando.

El triste final -¿o principio?- que tuvo el “affaire PLUNA” o “PLUNAGATE”, como otros lo llaman con razón, trajo al tapete la designación de un nuevo Presidente del Banco República.

Cuando el “humo blanco” surgió, la prensa consultó a ciudadanos “de a pie” con relación a la nueva designación, y la respuesta casi unánime fue algo así como un “no me interesa”.

Difícil de asimilar la indiferencia, cuando la patética gestión que motivó los conocidos procesamientos supuso engaños, mentiras, impericias, fraguado de documentaciones, personas “virtuales” y pérdidas multimillonarias para el País. Para la gente que ahora dice “no me importa”.

El desenmascaramiento de la inoperancia de “fuerza política” que gobierna con mayorías, y la evidencia del fracaso en las áreas sustánciales de nuestro diario vivir –educación, salud, seguridad– seguramente propician este descreimiento, pues la “transparencia” prometida, aspecto largamente pregonado por nuestro “progresismo” como clave para el éxito, fue siempre la gran ausente.

El condimento de la soberbia, vinculado directamente a actitudes autoritarias, es el complemento ideal.

Poco importaron observaciones del Tribunal de Cuentas, Inconstitucionalidad de leyes surgidas del “fórceps”, y procesamientos dictaminados por el Poder Judicial.

No provocan cambios de actitud.

No provocan giros de timón.

No provocan una intención de gobernar para todos, sino que por el contrario, generan posicionamientos de “espalda con espalda”, como excursiones a Araminda.

Los que estamos a diario en contacto con la gente, y en especial en estos tiempos en los que se va acabando el período en que el gobierno tuvo todo para demostrar sus capacidades, nos encontramos con el descreimiento.

Pero unido a la desazón, y muchas veces a la impotencia que trae consigo, como consecuencia, el sublevarse.

Los populismos latinoamericanos han dado la espalda al pueblo en “minoría”, lo han tratado de conducir por sendas plagadas de desprecio a sus ideas, de autoritarismo, y también, recientemente, con la presencia de violencia y muerte.

El batllismo fue siempre todo lo contrario.

Ahora, más que nunca, debemos todos trabajar en ello.



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