Danilo en su laberinto

Danilo Astori está ahora como desnudo, enfrentándose a la realidad. Ha sido durante más de once años el principal responsable de la conducción económica del país. Ministro de Economía durante el primer gobierno, fue Vicepresidente de Mujica en el segundo período pero, a la vez, supervisor estricto de lo que ocurría en el Ministerio de Economía, dónde no sólo ubicó a sus hombres de confianza sino que además, visiblemente, impuso las líneas principales.

Quiere decir que Astori es entonces responsable por las cosas buenas que ocurrieron en este tiempo y también, por las cosas malas.

No hay dudas sobre la valoración positiva que debe hacerse por el manejo macroeconómico que tuvo el país en algunos aspectos, durante la primera administración de Vázquez, rompiendo con las propuestas típicas del Frente Amplio y aferrándose a la lógica y al sentido común que han sido características en la historia del país. Pero esos valores fueron destrozados durante el gobierno de Mujica, de lo que es responsable todo el Frente Amplio pero principalmente quienes fueron los principales jerarcas en ese período, Mujica y Astori en primer lugar. Se generó un importante déficit, similar al que tuvo que soportar el país en la extraordinaria crisis de 2002; se despilfarraron las ganancias de 12 años de fenomenal bonanza; se expandió irresponsablemente la plantilla de funcionarios públicos; se utilizaron recursos públicos en las aventuras de Ancap, el Fondes, Pluna, el Antel Arena y un largo etcétera; y no se hicieron inversiones importantes en infraestructura u otras áreas.

Aunque intente poner cara de “yo no fui”, Astori es también responsable por ese despilfarro, ya que no lo denunció en su momento y lo ocultó después, cuando durante la campaña electoral sostenía, con la misma actitud profesoral con que encara todas las entrevistas, que el país estaba fortalecido y que no sería necesario, por lo tanto, subir la carga tributaria en una clara expresión de indecencia intelectual, ya que no puede creerse que Astori no conocía lo que estaba pasando. Sabía perfectamente la entidad de la crisis que se avecinaba, pero prefirió ocultarla, lo que significa una gran irresponsabilidad. Sigue además refiriéndose a los temas con un cinismo desbordante, como comentamos en esta misma edición a propósito de la cantidad de funcionarios públicos.

Todavía había –antes de los anuncios de estos días– sectores de la opinión pública que mantenían respaldo a la actuación del Ministro. Su imagen de intelectual, su tono mesurado y didáctico y su actitud supuestamente garantista, trasmitían un mensaje de certidumbre. Pero ahora, precisamente, Astori produce la sensación exactamente contraria: incertidumbre, debilidad, deshonestidad intelectual.

¿Podrá seguir siendo el responsable del área económica?

No lo sabemos. Pero sí sabemos en cambio que hay motivos objetivos para dejar de creer definitivamente en la palabra del Ministro.



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