Danilo cachiporrero

Por Santiago Torres

El Vicepresidente —y futuro Ministro de Economía si gana Vázquez— volvió al discurso autocomplaciente y cachiporrero, donde nuevamente deja en evidencia su actitud culposa: se sabe no querido y no confiable para la izquierda, ¿pero es por ahí que va a levantar votos?

En el marco de un discurso autocomplaciente, Danilo Astori se descargó contra la oposición, caricaturizando las propuestas de la oposición y señalando que sí hay inflación de izquierda e inflación de derecha, así como déficit de izquierda y déficit de derecha, porque hay una macroeconomía de izquierda y una macroeconomía de derecha. De ese modo, pretendió reflotar al Danilo Astori de fines de los años 80, cuando decía esos y otros disparates, tan disparates que los más graves no los ha repetido desde su giro copernicano en los satanizados años 90 (se ve que a Danilo lo inoculó también el complot imperialista más conocido como “Consenso de Washington”).

Comencemos por las alusiones a la oposición. Un viejo recurso dialéctico, muy usado en las salvajes controversias en el seno de la izquierda, es la de debatir no con aquello que piensa, dice o hace el adversario sino contra aquello que se le atribuye a éste, que es —invariablemente— una grosera caricatura de la realidad. Es lo que hizo don Astori. No le respondió a la oposición y sus propuestas (incluso a sus gestiones de gobierno) sino a la caricatura que él hizo de la oposición.

Según Astori, los partidos de oposición se caracterizarían por sostener “visiones tecnocráticas [...], estimuladas por un enfoque reduccionista del trabajo que supone conducir la política económica del país. Hay que trabajar por la estabilidad de los precios y manejar con prudencia las cuentas públicas. Pero este no puede ni debe ser el final de la definición de las responsabilidades en la materia. Es, por el contrario, el principio de un camino en el que hay que respaldar y consolidar transformaciones de fondo”.

Una leída “en diagonal” a los programas de los partidos opositores alcanza y sobra para advertir que ninguno sostiene que las políticas macroeconómicas deben limitarse a “trabajar por la estabilidad de los precios y manejar con prudencia las cuentas públicas”.

Y si uno revisa con rigor académico y honestidad intelectual las gestiones coloradas y nacionalista a partir de la restauración democrática, en modo alguno podrá advertir esa “visión tecnocrática” y ese “enfoque reduccionista” de la política económica. Podrá discreparse, naturalmente, con orientaciones e instrumentos, pero nada más lejos de una política que se limitara a cuidar las cuentas públicas y la estabilidad de precios y dejara el resto al mercado. De hecho, muchos de los problemas que enfrentaron esas administraciones fue que, por atender otras cuestiones en contextos externos no tan favorables (o directamente desfavorables), se les escaparon tanto los números fiscales como los precios. Ni siquiera en los “malditos 90” (sí, esos años en que Danilo tuvo su epifanía ideológica).

Otro aspecto en que Astori caricaturizó a la oposición fue en atribuirle la intención de “descargar un ajuste retrógrado” sobre el pueblo uruguayo. Tampoco ningún candidato opositor ni programa de gobierno señala eso. Yo, que no soy candidato a nada, sí digo que el gasto público deberá ajustarse porque —y estoy seguro que Astori lo sabe— la política actual está en un callejón sin salida desde hace tiempo, mucho tiempo: estabiliza los precios o estimula la competitividad, pero no puede hacer ambas. De hecho, de a ratos intenta una y de a ratos otra. Y no lo puede hacer al mismo tiempo por una sencilla razón: un gasto público desbordado. Retomar la senda de sensatez requerirá, en forma ineludible, reordenar el gasto corriente, lo cual no significa descargar un mazazo fiscal sobre la gente, pero sí cambiar prioridades en el gasto corriente e introducir recortes, especialmente en las empresas públicas y el opaco “Estado paralelo” (Mujica dixit) de las empresas privadas de propiedad estatal (desde la CND y su constelación de empresas, pasando por la CVU, la inútil pero flamante “Ferrovías”, hasta la constelación de sociedades anónimas propiedad de Antel, Ute, Ancap, etc.).

Pero el pináculo del brulote de Astori fue cuando, contradiciendo explícitamente al ex presidente de gobierno español Felipe González, señaló: “Es que, según se la combata, hay inflación de derecha y de izquierda. Según el origen y el destino de los recursos públicos, hay resultados fiscales de derecha e izquierda. Y no hay caso, hay macroeconomía de derecha y de izquierda”.

Vayamos por partes.

Inflación: En primer lugar, la inflación es siempre “de derecha” porque castiga más a los que menos tienen. Sí hay formas eficientes de combatir la inflación, formas ineficientes de hacerlo y formas no sólo ineficientes sino que la fogonean más. Todas han sido aplicadas por gobiernos “de izquierda” y “de derecha”. Por ejemplo, en España, Felipe González (“de izquierda”) combatió la inflación en forma eficiente, con instrumentos que apuntaron a controlar el gasto público para no alimentar la demanda agregada y recalentar la economía. Por ejemplo, en Panamá, Juan Carlos Varela (“de derecha”) decidió introducir el control de precios y ganancias, induciendo casi de inmediato un progresivo desabastecimiento, igual que en la Venezuela de Maduro (“de izquierda”). Si se quiere un ejemplo local, esa suerte de “encarnación del mal” histórica para la izquierda, el Presidente Pacheco Areco, luego de la necesaria congelación de precios y salarios para detener las expectativas inflacionarias, incurrió en el error de crear la COPRIN y, para rematar, concedió en su último año un incremento salarial muy por encima de la inflación y la productividad, lo que obligó a su sucesor a introducir un profundo y doloroso ajuste.

Déficit fiscales: El gasto podrá privilegiar tal cosa o tal otra, pero un déficit es un déficit. Y puede enjugarse de dos formas: más deuda o más emisión. No hay tu tía. Argentina, por ejemplo, impedida de lo primero por razones de pública notoriedad, optó por lo segundo con los resultados por todos conocidos. No hay agujeros “de izquierda” y “de derecha”. Son agujeros que hay que tapar.

Macroeconomía: Hay macroeconomías equilibradas y otras desequilibradas. Hay ejemplos de ambos con gobiernos “de izquierda” y “de derecha”. Una macroeconomía puede ser equilibrada y, al mismo tiempo, ser intervencionista en los niveles “micro”, o tener políticas sectoriales activas (lo cual tampoco la caracterizaría como “de izquierda” o “de derecha”) o, a la inversa, ser muy liberal y apostar a los automatismos del mercado. Lo primero es lo que Astori y Lorenzo intentaron pero no les salió porque el Frente Amplio se los impidió en buena medida. Eso Astori lo sabe de sobra.

Como señalé en una columna de hace tres meses, también referida a sus alusiones ramplonas a “izquierda” y “derecha”, Danilo Astori pretende proyectar en la oposición las etiquetas e intenciones que lo atribuyen a él dentro del Frente Amplio. Se entiende que un electoralmente alicaído Astori trate de levantar un poco, ¿pero la apuesta al brulote para caerle bien al ala izquierda del Frente Amplio le reportará algún beneficio en ese sentido?



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