Cuando la paridad es esquiva

Por Consuelo Pérez

No alcanza con legislar para garantizar la igualdad de las mujeres

Nos visitó recientemente la jurista española Irune Aguirrezabal, experta en democracia paritaria, invitada por ONU Mujeres para participar en el VI Congreso Uruguayo de Ciencia Política, organizado por la Asociación Uruguaya de Ciencia Política.

Fue en ese ámbito que habló sobre la importancia de la paridad para garantizar una participación equilibrada de mujeres y hombres en todos los ámbitos de toma de decisión.
La “democracia paritaria” que, entre otros objetivos, busca la representación política equitativa entre el hombre y la mujer, data de apenas 26 años, y no se refiere a cantidades o porcentajes, sino a real posibilidad de participación y aporte, sin ser desplazados, ni uno ni otras, por cuestiones ajenas a la libre expresión de derechos.

Es que el concepto de paridad va más allá de la representación política y debe estar presente en el resto de las responsabilidades y actividades que tenemos y desarrollamos tanto mujeres como hombres: en el acceso a oportunidades, en la economía. Es que“Todas las personas son iguales ante la ley no reconociéndose otra distinción entre ellas sino la de los talentos o las virtudes”, reza el artículo 8 de nuestra Constitución, pero esa igualdad no es tal en lo que concierne a la inserción de la mujer en la Sociedad.

Del punto de vista de la norma jurídica, constitucional, las mujeres pueden elegir y ser elegidas sin restricción de género, pero la democracia paritaria no se refiere solo a ese aspecto, sino que el sustancial es el que tiene que ver con la forma de participar de cada ciudadano en la conformación de la voluntad del Estado a través de todos los derechos subjetivos. Eso implica derechos sociales, económicos, culturales, tecnológicos y demás. La democracia paritaria hace alusión a esta segunda concepción, a la de todos los derechos subjetivos, por lo que no se limita a la representación política.

Es precisamente en estos aspectos donde la igualdad no se contempla aún en nuestro país de la forma que debiera, y a pesar de que la formación académica en forma cuantitativa de las mujeres supera hoy en muchas áreas a la de los hombres, las remuneraciones y las posibilidades de crecimiento e inserción, siguen siendo distintas.

En lo que a participación en cargos políticos se refiere, la demanda de igualdad real que se nos presenta como sociedad generó, como sabemos, la necesidad de impulsar un trato desigual a manera de compensar esta discriminación por razones de género, cuota mediante.

Pero el problema no reside en aspectos metodológicos, reside en aspectos de formación y apreciación. Reside en ciertas limitantes culturales todavía no superadas de manera eficiente.

Las cuotas se hacen por ley, porque de lo contrario los Partidos no las respetan. Y aun así, podemos hoy ver como determinados actores, buscan la forma de “burlar” el mecanismo, incluyendo mujeres que luego renunciarán para dar cabida al tramposo. Doloroso, pero cierto y demostrativo del porqué del tratamiento desigual “en positivo”.

Compartimos con Aguirrezabal el concepto de que “hace falta un pacto de todos los partidos políticos y los agentes sociales para apostar por la representación paritaria en todos los mecanismos: en la judicatura, en la legislación y en las fórmulas presidenciales, en los próximos gobiernos”, lo que va de la mano del concepto de que el escenario ideal para nuestro país, y por el cual deberíamos luchar como sociedad, es que la discriminación positiva no sea necesaria.

Para llegar a ese ideal, se requiere de una serie de acciones y compromisos variados, cuyos efectos a largo plazo los dota de una permanencia que imposiciones legales no podrían contener.

No sólo debemos abolir las iniquidades actuales, sino promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y permanente, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente como Objetivo de Desarrollo Sostenible para todos, y para las mujeres en particular.

Es sabido que algunos regímenes y organizaciones que tienen hoy unas importantes participaciones en nuestro sistema político –comunistas y extupamaros– han sido históricamente discriminatorios en forma exacerbada con las mujeres.

Como somos colorados confiamos en que, de retornarse a la senda de la libertad y el crecimiento social de la mano de los principios Batllistas, las cosas se darán naturalmente.



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