Chapaleando en el barro

La gestión de Ancap ha desnudado todas las limitaciones del Frente Amplio como partido de gobierno y hundido a sus principales dirigentes en un pozo negro de reproches, agravios, desconfianzas y hasta insultos personales.

Cuando la situación deficitaria de la empresa pública se hizo evidente, su ex Presidente , hoy nada menos que Vicepresidente de la República, desafió las críticas de la oposición aceptando la idea de una comisión investigadora. Ésta le ha hecho mucho bien al país y por lo mismo anhelamos que no sea esta la última, cuando las circunstancias lo ameriten.

Ante el cúmulo de evidencias sobre las pérdidas, desaguisados administrativos e irregularidades, el ex Presidente Mujica inicialmente se despegó de Sendic, su presunto heredero. Los reproches de sus compañeros sobrevinieron y se lanzó entonces a su defensa, en severa polémica con el Ministro Astori y el antecesor de éste, Fernando Lorenzo. Su reiterada afirmación de que lo dicho sobre Ancap tiene “intencionalidad política” ignora los 800 millones de dólares que hubo que capitalizar, el drenaje de los sectores a pérdida y las inversiones mal encaradas y peor ejecutadas. Trata de llevar el tema a la política, como si esa afirmación descalificara todo lo que está a la vista. Por supuesto que la oposición tiene una “intencionalidad política” que es absolutamente legítima: mostrar el desastre que es la administración frenteamplista y exigir que se regenere Ancap con una profunda transformación.

Astori pidió que se cambiara la cúpula de Ancap, obvia conclusión ante el desastre. El Presidente pareció apoyar a Mujica en su defensa de ese equipo fracasado, pero finalmente —ante el clamor generalizado— le pidió la renuncia. El ex Presidente no ocultó entonces su malhumor, habló de “una operación” para invalidar la candidatura de Sendic y acusó a Esteban Valenti, un tradicional dirigente frenteamplista de todas las horas, de ser quien pasaba los datos sobre Ancap a la Investigadora. Éste reaccionó vivamente y “ desafìó al charlatán “ a que probara sus dichos. La respuesta del ex Presidente no pudo ser peor, cuando dijo que él solo pensaba en los dichos de Astori pero no en los de Valentí: “Pensará la mujer en Esteban Valenti, en las aventuras que tiene”.

Como dijo Valenti, “en la política y en la vida normal hay códigos que, cuando se superan, ya no hay límites”; se está “a nivel de zócalo”. Piénsese lo que se piense sobre el fondo del asunto, esto es verdad. El ex Presidente ha rebasado límites que en el Uruguay se respetan. Nadie tiene derecho a hablar de las “aventuras” personales de las figuras públicas. En este caso fue contra Valenti o contra su señora – la expresión fue confusa, lo que no es nuevo - pero el senador Mujica ya había hecho una referencia similar e inadmisible contra las esposas de los senadores blancos, lo que demuestra que esta grosería no es casual y pasa a integrar el degradante vocabulario del ex presidente.

Desgraciadamente, el Presidente Mujica ha destruido valores que la sociedad recién empieza a percibir. Sus alegatos contra el trabajo, su condescendencia con la haraganería, su desprecio a los profesionales, su irrespeto para con la ley, envueltos en un lenguaje vulgar e irrespetuoso, han legitimado las peores prácticas de comportamiento social. La simpatía que despertó legítimamente su conversión de la violencia guerrillera a la política democrática y aun el desenfado para exhibir una vida sencilla, ha ido cayendo frente a la evidencia de un show permanente, que incluye confundir claridad con grosería, un irrespeto a las formas que termina en el irrespeto a las personas y una demagogia falsificada, que pretende exaltar virtudes republicanas que no lo son. Porque andar en chancletas y vivir en su chacra, no lo hace más honrado que los demás Presidentes que tuvo este país y que procuraron siempre mirar hacia arriba y buscar la superación ciudadana.

El problema es que el Frente Amplio ha tolerado ese estilo y buena parte de la ciudadanía lo ha avalado. Recién hoy se empieza a advertir el deterioro a la convivencia y al nivel cultural del país que representa un señor ex Presidente que habla como habla y actúa como actúa. Todo el Frente Amplio chapotea en el barro de los insultos personales, las descalificaciones y, lo que es peor, la negación de enormes responsabilidades administrativas que reclaman una actitud radical de cambio. El Presidente Vázquez lo ha insinuado con la remoción de la cúpula de Ancap, pero difícilmente pueda ir más allá cuando media bancada oficialista no le es favorable. Estamos en el comienzo de un gobierno y los tiempos no son tan favorables como los que ofrecieron a las dos administraciones frenteamplistas dinero para todo. Hoy hay que gobernar y lo que se vive, a la inversa, es un desgobierno que llega hasta estos límites intolerables. Está en la ciudadanía corregir estos males; de ella depende que se entienda que así vamos barranca abajo como nación y que esa aída es mucho más profunda que el ir y venir de la política del día a día.



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