Bolivia y Chile en su laberinto

Por Jorge Ciasullo

El mundo, particularmente la región, se ha visto sorprendida y conmovida, por la situación de violencia y caos, que se ha desatado en estos dos países, situación, que lleva semanas, que ha culminado con la renuncia del presidente de Bolivia y con el anuncio -por parte del presidente de Chile- de iniciar un proceso -“Agenda Social”- que culmine en una reforma constitucional.

El presidente Piñera fue electo constitucionalmente. Luego de la caída de Pinochet, por un gran período, Chile fue gobernado por coaliciones de izquierda, bajo un modelo neoliberal, que podrá sostenerse tiene algunas inequidades, pero se logró ordenar la economía y reconvertirla, controlar la inflación y atraer inversión. Su resultado, sacar a miles de ciudadanos de la pobreza extrema. A la vez, esa nueva clase media baja, tiene, legítimamente, aspiraciones, fundamentalmente en educación y salud. La educación pública es mala y la salud –privatizada– es buena para aquellos que pueden pagarla. Se podrá criticar el modelo “opresor neoliberal” pero se puede modificar, por medios legales con acuerdos políticos. Piñera, parece haber percibido esa situación de injusticia social y se ha manifestado dispuesto a introducir cambios, incluso en la constitución.

Sebastián Piñera anunció una agenda social para reformar el sistema de pensiones, la salud y los medicamentos, los ingresos mínimos y las tarifas eléctricas, entre otras medidas, tras pedir perdón a los ciudadanos por no haber visto sus necesidades.

La agenda social, anunciada por el mandatario, contempla también mayores impuestos a los sectores más pudientes, la creación de una Defensoría de las Víctimas, una reducción de las dietas de los parlamentarios y de los altos sueldos de la administración pública.

 A esta situación real de injusticia social, como lo hemos comentado en el pasado número, se ha sumado un aprovechamiento desestabilizador extremista, programado y coordinado, al que, como siempre, en su lógico idealismo juvenil, se sumaron estudiantes, la tradicional “carne de cañón”. La prueba de su programación, fue la destrucción e incendio simultáneo de 14 estaciones del metro (privatizado).

Evo Morales, fue presidente constitucional durante 14 años, asumiendo por primera vez en 2006 con el 54% de los votos. Como la constitución vigente prohibía la reelección, programó una nueva constitución, aprobada en el año 2009, bajo el lema: “refundación de Bolivia”, que sí lo permite. Así, fue reelecto asumiendo en 2010 con el 64,22% de los votos. En el año 2014 bajo la interpretación, de que en el año 2010 había sido electo por primera vez (refundación de Bolivia), resulto reelecto. Su mandato debería terminar en enero de 2020, pero Evo Morales pretendió un cuarto período, llamando a un referéndum, que le permitiera volver a presentarse. El resultado fue un contundente No, recurriendo entonces al tribunal electoral el que interpretó que el presentarse a su reelección era “un derecho humano”. por lo cual volvió a presentarse en las elecciones realizadas el 20 de octubre pasado, debiendo el ganador asumir el próximo mes de enero , finalizando el periodo en el año 2024 . El resultado de las elecciones, dio como ganador a Evo Morales, lo que originó protestas tanto de la oposición como hasta de grupos indígenas sosteniendo que el triunfo de Evo, era producto de fraude basados en que en el proceso de recuento de votos, ocurrieron diversas irregularidades, como incendio de urnas, desaparición de actas, corte de energía e internet etc. Ante las protestas ya generalizadas, basadas en informes de una primera misión de observadores de la OEA, se sumó una segunda misión- aceptada por Evo Morales- cuya conclusión fue terminante, en el sentido de que “no se pueden validar los resultados de las elecciones”.

Se desataron entonces protestas, con bloqueos de rutas y choques entre partidarios y contrarios a Evo, que fueron minimizados e incluso objeto de burla de Evo quien sostuvo que los jóvenes (opositores) no saben bloquear, ofreciéndose incluso a: “dar seminarios para enseñarles cómo hacerlo”. Las protestas, fueron en principio reprimidas por la autoridad policial, que luego se amotinó retirándose de las calles. El presidente Evo Morales, ordenó entonces la intervención militar, quienes también se negaron a actuar, originándose un verdadero caos ,con manifestaciones en todo el país, incluyendo incluso a sectores mineros, tradicionalmente partidarios de Evo, que ya se habían manifestado antes de las elecciones, acusándolo de haber firmado un contrato por 70 años- con una firma internacional, para la explotación en Potosí, sin pago de regalías, para la producción de hidróxido de litio del salar de Uyuni.

Evo logró, como también ocurrió en Chile, un gran crecimiento económico, que ahora se está estancando y trae preocupación a la clase baja y media, así como al campesinado. No es cierto que la ultraderecha de Santa Cruz sea la responsable de su renuncia. Es sí una elite tradicionalmente contraria al movimiento indígena, que incluso en algún momento intentó la separación de la provincia, creando un nuevo país. En esta oportunidad, todo se inicia con el resultado de un referéndum que impedía una nueva a reelección de Evo, según lo establece la constitución que fue desconocido y avalado, como comentamos, en base a un “derecho humano”, culminado con una elección ilegítima desde su origen y un creciente culto a la personalidad- la imagen con la que acompañamos esta nota es elocuente- por todo ello, para nosotros queda claro que la caída de Evo no fue producto de un golpe de estado, como sostienen algunos sectores, sino que su renuncia fue consecuencia de sus propias aspiraciones antidemocráticas.

También, con similitud de lo que ocurre en Chile, en el sentido que la clase baja y media, no ve colmada sus expectativas, relacionadas con la salud y la educación, expectativas surgidas de un buen gobierno de Evo, que al igual que el de Piñera en Chile, lograron índice más que aceptables en sacar miles de ciudadanos de la pobreza extrema, que sin duda, si no hubiera recurrido a esta artimaña para su reelección, hubiera sido reelecto en el año 2024.

Si bien son porcentajes dramáticos, ambos países han registrado un singular progreso en la disminución de la pobreza extrema: Chile entre los años 2015 y 2017 pasó de un 13,7% a un 10,7%. Mientras Bolivia pasó de 38,2% en 2005 al 15,2% en 2018. A su vez Bolivia, en relación a la pobreza moderada, pasó de un 60,5% en 2005 al 36,4% en 2017.

En ambos casos hay similitudes y en ambos también, nadie puede vaticinar, cuándo y cómo será su final, como ciudadanos latinoamericanos, deseamos que ambas sociedades, encuentren el camino que los lleve a la paz social y al desarrollo económico y que éste sea inclusivo de aquéllos sectores de la población que, en ambos países se sienten- con razón- postergados.



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