Según las agencias internacionales de noticias, serían unos 30 los atletas cubanos que desertaron de su delegación a los Juegos Panamericanos y presumiblemente se marcharon a los EE.UU., donde pueden fácilmente radicarse.
La fuga de cuatro remeros fue notoria y la del equipo de hockey masculino sobre pasto resultó tan resonante como que jugó sólo con 8 jugadores contra los 1l reglamentarios de Trinidad y Tobago y perdió 13 a 0.
Las informaciones son confusas y obviamente se tratan de ocultar desde el oficialismo isleño. Pero ellas siguen siendo reveladoras de lo que es esta Cuba totalitaria, empobrecida y corrupta, que aún no quieren ver muchos latinoamericanos que todavía sueñan con esa vaga revolución que habría de llevarnos a algún paraíso. Por ahora, Cuba vive su propio infierno y la única nota de esperanza viene hoy del odiado imperialismo yanqui, que con su apertura diplomática está facilitando el turismo, las remesas de dinero y el ir y venir de gente de negocios que estudia radicarse con nuevos emprendimientos.
Felizmente, estamos lejos de la guerra fría. El saludable giro dado por Obama y la propia actitud del régimen ante ese gesto, han aliviado las tensiones. Pero ello lleva a mucha gente, aun en el periodismo independiente, a dar por más adelantada de lo que está la eventual democratización y a no mirar como corresponde el factor revelador de jóvenes que se siguen fugando, con los consiguientes riesgos para sus familias y amigos, que quedan en la isla.
Las deserciones siempre eran una noticia descollante. Han dejado de serlo y esto es malo, muy malo, porque brinda una apariencia equívoca sobre un proceso que todos anhelamos siga avanzando, pero siempre con la verdad.