Al menos alguien cree en la libertad

Con ese título, El Observador publicó un editorial en el que elogia la actitud de la diputada Elena Grauert, quien en forma solitaria marcó su discrepancia respecto al proyecto de ley que impone la obligatoriedad de los debates entre los candidatos presidenciales.

El editorial dedica un párrafo a elogiar la actitud independiente de la diputada Grauert: “Ahora bien, que el Parlamento se ponga a legislar sobre la obligatoriedad y el formato de los debates es algo muy peligroso porque interfiere en la libertad de candidatos, medios y periodistas. Quien quiera debatir, podrá arrojar el guante. Quien no lo quiera, que no lo recoja. Cada cual se atendrá a las consecuencias. Pero hacerlo obligatorio para todas las etapas y con sanciones y organizado por la Corte Electoral, es algo que demuestra que el Parlamento está demasiado distraído con la campaña política como para pensar con claridad de presente y sentido de futuro. Lo más sensato es seguir el consejo de la diputada Elena Grauert. Y su voto en solitario contra el debate obligatorio, debería ser recordado como el llamado del sentido común y el llamado de la libertad responsable. Valores que lamentablemente escasean”

El fundamento de voto de Grauert fue el siguiente:

“Señora presidenta: discrepo con la mayoría de los diputados preopinantes; no voy a apoyar este proyecto de ley. No lo votaré porque yo creo en la libertad de expresión y en la libertad que deben tener todos los políticos y los ciudadanos para desarrollar su estrategia.

No creo que todo lo bueno se deba regular a través de leyes ni que todo lo malo haya que prohibirlo, como si la realidad se resumiera en lo que uno regula o no. Pienso que la libertad y la realidad son mucho más amplias que todas las regulaciones que surgen de las leyes y los decretos.

Creo en la libertad de expresión, en la libertad que tiene una persona de decidir si quiere debatir o no. Hay muchos ejemplos en la historia de personas que no tuvieron facilidad de palabra, en los debates pudieron no verse beneficiados y, sin perjuicio de ello, fueron excelentes gobernantes. Por ejemplo, el rey Jorge, que tenía dificultades en el habla, fue un excelente monarca en un momento de guerra.

La libertad hay que preservarla, y la libertad de expresión, mucho más. Es sumamente importante establecer una estrategia para que cada uno pueda manejar su libertad.

En Francia, es muy normal que se debata, al igual que en Estados Unidos, pero no hay una ley que los obligue. En las elecciones presidenciales francesas de 2002, los candidatos más votados eran Jacques Chirac y Jean-Marie Le Pen. El primero decidió no debatir y finalmente ganó las elecciones. Muchos dijeron que eso sucedió porque no había debatido.

Se cree que los debates son una especie de duelo, en el que uno gana y otro pierde. Yo no creo que en los debates unos ganen y otros pierdan. Hay que tener muchas cosas en cuenta; entre ellas, por ejemplo, cómo se prepara, cómo es el formato, etcétera. Hay una cantidad de cuestiones que influyen. Últimamente, vimos debates por televisión y, a mi modo de ver, no fueron muy clarificantes. Además, hay que tener en cuenta que la sociedad es distinta a la de la época en la que se debatía. Recuerdo la duración del debate entre Tabaré Vázquez y Julio María Sanguinetti. Hoy eso es impensable porque es muy difícil sostener un debate durante todo ese tiempo.

Por lo expuesto, no considero fundamental que se realicen debates ni que se impongan como una obligación, restringiendo de esa manera la libertad.

Las leyes que protegen la libertad de expresión y la libertad de los individuos hay que cuidarlas y deben estar fundamentadas, principalmente, en el interés general.

Tampoco comparto que se sancione a quien no quiera debatir. No entiendo por qué se pretende establecer esto. Muchos señores diputados preopinantes están muy preocupados porque no se diera el debate en la primera vuelta. Creo que en esta instancia electoral habrá muchos debates porque está claro que hay necesidad de discutir. Me parece bien. A su vez, es conveniente que la gente elija con quién quiere debatir y con quién no. Todos los candidatos deben tener esa libertad.

Por otra parte, no creo que los debates entre candidatos a la Presidencia de la República sean fundamentales para una mejor democracia. Por suerte, en Uruguay tenemos una gran democracia y hasta ahora los debates no fueron obligatorios. En muchas ocasiones se hicieron debates y en otras no. No creo que eso haya perjudicado a la democracia.

Además, hay que tener en cuenta el tiempo en el que estamos viviendo. Hoy, las comunicaciones son muy directas. Los principales presidentes del mundo, los senadores, los diputados se comunican por Twitter, Facebook y Whatsapp. Hay una comunicación mucho más horizontal y directa. No creo que el debate vaya a cambiar eso.

Por lo tanto, para preservar la libertad, ese bien público que para mí es sumamente importante, defiendo que quien quiera debatir debata y quien no quiera debatir no lo haga. Eso no va a cambiar la calidad de la democracia, y no es cierto que exista un interés general a proteger para establecer una obligación de tal magnitud.

Muchas gracias, señora presidenta.”



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