La nueva Rendición de Cuentas desnuda una realidad: el feroz clientelismo del Frente Amplio. Mujica termina su gobierno con 292.473 subordinados, 33.000 más que cuando tomó el poder. Durante el quinquenio de Vázquez se se habían sumado otros 27.572 funcionarios.

Todas las excusas y pseudo explicaciones que se hacen de estos aumentos escandalosos son risibles. El propio Mujica reconoció en su momento que los concursos eran todos una farsa y que más valía nombrar directamente sin esa mascarada. Así se ha seguido gravando el peso del Estado.

Lo grave de la cuestión es que el Estado venía reduciendo progresivamente su carga de personal. En 1985 había 258 mil funcionarios. Hubo que retomar 30 mil, pero solo se incrementó en14 mil la cifra global, que llegó a 272 mil. El gobierno de Lacalle bajó a 261 mil, el segundo gobierno del Dr. Sanguinetti redujo a 240 mil y el del Dr. Batlle a 231 mil. De ese nivel se salta a 258 mil en el primer período de Vázquez y a 292 mil al término del de Mujica.

La bonanza de estos años ha ido a parar, entre otras cosas, a este aluvión burocrático. Ahora los precios internacionales se han normalizado a la baja y dejan la resaca. Hemos aumentado la deuda externa, el déficit fiscal ha crecido y los agujeros presupuestales de empresas como ANCAP son gigantescos.

¿Cómo hace el Estado para enjugar estos faltantes, cuando la actividad económica se desacelera rápidamente? ¿Cómo hace para salvar a la lechería, fundamental en la exportación nacional, hoy en severa crisis?

La exportación ha perdido competitividad. Si solo se espera mejorarla por el tipo de cambio, se acelerará la inflación, con los consiguientes reclamos. Hay que mejorar por la vía de tarifas públicas y las cargas del Estado.

El Frente Amplio se hereda a sí mismo. Vázquez tiene que pagar su propia factura y la de Mujica. Ya no le está siendo fácil. Y será cada día peor.